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Impresiones literarias

Etiqueta: Milan Kundera

Milan Kundera: El libro de la risa y el olvido

En el número 15 de la revista Quimera (enero de 1982) aparece una entrevista realizada por Philip Roth a Milan Kundera (Brno, 1929). En ella, el escritor norteamericano se refiere a un pasaje de El libro de la risa y el olvido (Tusquets, 2013) en el que Kundera compara la risa de los ángeles con la del diablo: unos se ríen porque en el mundo de Dios todas las cosas tiene significado y, por el contrario, el diablo se ríe porque nada lo tiene. El escritor checo responde de la siguiente manera a este mención: «Sí, el hombre usa la misma manifestación fisiológica, la risa, para expresar dos actitudes metafísicas diferentes. Dos amantes corren por un prado, cogidos de la mano, riendo. Su risa no tiene nada que ver con los chistes o el humor, es la risa seria de los ángeles expresando su alegría de vivir. Los dos tipos de risa forman parte de los placeres de la vida pero cuando la risa se lleva al exceso también denota un apocalipsis dual: la risa entusiasta de ángeles fanáticos, tan convencidos de su concepción del mundo que están dispuestos a colgar a cualquiera que no comparta su alegría. Y la otra risa, que nos llega desde el lado opuesto, y que proclama que nada tiene sentido, que incluso los funerales son ridículos y el sexo en grupo una mera pantomima cómica. La vida humana está limitada por dos abismos: el fanatismo de un lado y el absoluto escepticismo del otro.»

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De alguna forma, la esencia misma del libro está concentrada en esta respuesta. El libro de la risa y el olvido es, más que una novela al uso, una típica aproximación creativa de Kundera, a través de distintas historias, a unos mismos temas que se van ramificando: el fanatismo y el escepticismo de las emociones en lo cotidiano están en su centro. Por supuesto no se trata de un ensayo, Kundera no va a hablar directamente sobre estos asuntos. Lo hará refiriendo, en una suerte de variaciones, temas políticos, literarios, amatorios y sexuales: en fin, los puntos clave de su producción literaria. Aunque a estos es necesario sumarles otra línea cordial esencial aquí. La memoria y su recuperación es aquí un asunto capital. Por un lado está la historia de Tamina, una joven viuda que intenta recuperar desde el exilio sus diarios con la intención de superar el olvido en el que se va disolviendo su pasado. Para conseguirlo intentará contar con la colaboración de algunos amigos, de su familia. Al igual que Tamina, durante las siete partes de las que consta el libro, otros personajes deberán surcar los límites de ellos mismos para conquistar algún tipo de certezas sobre la vida (que es memoria y olvido) propia y ajena, pública y privada.

Estamos en 1971 y Mirek dice: La lucha del hombre contra el poder es la lucha de la memoria contra el olvido. Quiere justificar así lo que sus amigos llaman imprudencia: lleva cuidadosamente su diario, guarda la correspondencia, toma notas de todas las reuniones en las que analizan la situación y discuten sobre lo que se puede hacer. Les explica: No hago nada que esté en contra de la Constitución. Esconderse y sentirse culpable sería el comienzo de la derrota.

No es, sin duda, el libro más excepcional de Kundera, pero para mi siempre es un placer leerlo: a diferencia de lo que le pasa a mucha gente (según se puede comprobar atendiendo a algunas reseñas y comentarios de los muchos que hay en Internet), nunca salgo decepcionado de un libro suyo: el que compra uno de sus libros habiendo leído algo de él con anterioridad sabe lo que se va a encontrar. Y yo lo que encuentro es una voz propia, un esfuerzo por cultivar hasta el final la propia esencia. Eso es un gran logro. Kundera es un gran logro en sí mismo. Hay que leer a Kundera.

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Bohumil Hrabal: Yo serví al rey de Inglaterra

Si este libro me ha parecido una decepción supongo que es únicamente por mi culpa. Desde hace bastante tiempo andaba con ganas de leer a Bohumil Hrabal (Brno, 1914 – Praga, 1997) pero nunca se había dado la feliz coincidencia. Hasta que hace unos días sucedió: tenía en mis manos Una soledad bastante ruidosa y Yo serví al rey de Inglaterra, decidiéndome por el último animado por algunas frases de la contraportada (¡vaya ingenuidad la mía a estas alturas!) como por ejemplo brillante sentido del humor o considerado por Milan Kundera como el mejor escritor checo contemporáneo. A todo esto se unían los buenos comentarios habidos en blogs y reseñas periodísticas. ¿Resultado? Me había hecho grandes ilusiones con él. Pero veamos qué pasa con este libro.

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         Bohumil Hrabal (Foto: Hana Hamplóva)

Un joven llamado Jan trabaja en el Praga Ciudad Dorada como camarero. Allí tiene que someterse a la disciplina que se le impone y entra en contacto con personajes peculiares que visitan el lugar: gente bien, instruida, algún poeta, algún viajante, algún profesor, etc. Para sacarse unas monedas de más se dedica a estafar a algunas personas en la estación de tren a las que les sirve bocadillos de salchichas apañándoselas para tardar en darles la vuelta, finjiendo y haciendo tiempo hasta que han de marcharse en el tren. Sus ahorros terminan inviertiéndose en noches de amor con las señoritas de El Paraíso: vendía salchichas calientes con el claro objetivo de poder ir un día a El Paraíso, dice. Freud se pondría las botas con esto. Luego habla de fracs, de su abuela, flores, marchantes y muchas cosas más, hasta que se muda al hotel Plácido recomendado por un representante de una marca que conoció en ePraga Ciudad Dorada. De aquí en adelante más personajes llamativos y enredos.

Escuchad bien lo que voy a contaros.
Apenas había llegado al hostal Praga Ciudad Dorada, cuando el patrón me tiró de la oreja izquierda y me dijo: Serás el mozo del restaurante, ¿de acuerdo? ¡Recuerda, no has visto nada, no has oído nada! ¡Repítelo! Así pues repetí que en aquel restaurante no debía ver ni oír nada.

Ahora, ¿por qué digo que me ha decepcionado? Por un lado esperaba una mayor elaboración de las situaciones y los personajes, más detallismo y vigor, aunque es cierto que Jan va mejorando (no sólo económicamente) a medida que avanza el relato; por otro, me ha parecido un texto que con cierto humor se hace extremadamente lineal, y no sé si aburrido, aunque tiende a salvarlo Hrabal mediante la inlcusión de situaciones absurdas (esto no es peyorativo) y la introducción además de algunos recuerdos y escenas pasadas.

Estoy completamente seguro de que volveré a leer cualquier otro libro de Hrabal en cuanto tenga la oportunidad: tiendo a pensar que en la literatura la primera impresión no es la que cuenta.

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Milan Kundera: La inmortalidad

Mañana se falla el Premio de los premios literarios: el Único y Caprichoso Nobel de Literatura. Ta-chán. Tenía pensado soltar algunas pestecitas sobre lectores, editoriales y dudosos escritores, pero he preferido hacer algo más interesante (creo) y así ahorrarme los comentarios satíricos e irónicos, de esos que abundan tanto en cualquier blog decente. Entonces, pensé, hablemos de Milan Kundera, uno de esos individuos cuyo nombre está siempre revoloteando sobre los papeles de la Academia Sueca pero que no termina nunca de cuajar.

Milan Kundera (Google imágenes)

                              Milan Kundera

La inmortalidad (Tusquets, 1990) publicada por primera vez en 1988, es el tipo de libro que le tenéis que recomendar (o regalar, si es que estáis en plan cariñoso) a algún amigo o amiga al que no le guste sólo la novela, la literatura, sino que esté también interesado en el pensamiento, en las ideas y sobre todo en la reflexión. Esto lo digo porque Kundera emprende aquí una nueva apertura del concepto de novela, a la que definía así en una entrevista con Philip Roth: »Una novela es un fragmento largo de prosa sintética basada en la experimentación con personajes inventados. Estos son los únicos límites». Estos límites son sus posibilidades. Por las páginas de La inmortalidad aparecen hombres y mujeres conocidos y desconocidos. Por ejemplo, Agnes y sus familiares (invención del autor); también Goethe y Hemingway (reales, pero hechos ficción en la mente del autor). Estos son los focos en torno a los cuales reflexiona Kundera sobre múltiples temas: la apariencia, los gestos, la obnubilación consumista y obtusa de los que se creen libres y ajenos a cualquier forma de esclavitud, etc. También está el amor, la muerte, la belleza, la inmortalidad, aunque no necesariamente en un sentido religioso.

»Si a partir del momento en que apreció en el planeta el primer hombre pasaron por la Tierra unos ochenta millones de personas, resulta difícil suponer que cada una de ellas tuviera su propio repertorio de gestos. Desde un punto de vista aritmético esto es sencillamente imposible. No la hay menor duda de que en el mundo hay muchos menos gestos que individuos. Esta comprobación nos lleva a una conclusión sorprendente: el gesto es más individual que el individuo. Podríamos decirlo en forma de proverbio: mucha gente, pocos gestos.»

La inmortalidad: siempre estamos pensando en ella porque es algo a lo que aspiramos todos de alguna forma. No estamos dispuestos a perder nuestros recuerdos y por eso morir nos aterra, porque supone la pérdida del yo, aceptar que no perduraremos más que nuestro cuerpo. Pensamos mucho en la posteridad pero Kundera nos advierte de que nos olvidamos siempre de la muerte: El hombre cuenta con la inmortalidad y olvida contar con la muerte. Amén.

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Milan Kundera: El libro de los amores ridículos

En el fondo, el título de este libro siempre me resultó redundante. Yo me preguntaba (aún lo hago), ¿qué amor no es ridículo en realidad? Parece que enamorarse, esa invención propia de los poetas, es más bien un intento de ponerse en ridículo, de llegar a generar una intimidad compartida, dolorosamente artificial, hecha a base a porciones, trozos (¿despojos?) de los participantes en el amor, y que termina perpetuándose por la rutina, el tedio, el miedo a la soledad y esas cosas que todos conocemos. Pero eso ya no es estar enamorado, es ser algo así como práctico. El amor puede ser muy bonito, sí, pero ridículo puede llegar a serlo mucho más. Y si no, leamos a Milan Kundera (Brno, 1929) que algo tiene que decir.

Milan Kundera (Google imágenes)

              Milan Kundera (Google imágenes)

Este libro fue el segundo que leí de él tras La insoportable levedad del ser, que tenían mis padres por casa y que a alguien se lo dejé en su día y ya no he vuelto a ver. Bueno, la adolescencia es para equivocarse. En este libro hay siete relatos que nos hablan del amor en su versión más prosaica, es decir, la que mal que bien es propia de la vida y no de las ensoñaciones literarias o fílmicas. El amor sucede en unas circunstancias que no son otras que las de la existencia abúlica del mundo contemporáneo, con los problemas de trabajo, de comunicación, de autoconocimiento. Además está la frontera de la edad, del paso a la madurez definitiva, si es que aceptamos esa categoría. Los personajes se mueven en la huida constante por resignarse a lo inevitable: la frustración de la existencia que nunca es completa. Son personas normales intentando amar de alguna forma que en el fondo siempre será ridícula.

»Deja atrás un amor grande como la muerte. Se le ensanchó el pecho y fue el ensanchamiento más grande y hermoso que jamás hubiera experimentado. Porque lo que tan felizmente se lo ensanchaba era la muerte; una muerte que le había sido regalada, una hermosa y fortalecedora muerte.»

El amor aparece como una sombra que va y viene inconsistente, aunque densa a veces, pero siempre terminando por disiparse en alguna situación, en algún gesto, en algún momento. Es el amor tan frágil como ridículo. No es el mejor libro de Kundera, pero si una lectura amena; que resultará insípida si el humor no acompaña y de provecho si apetece darle vueltas a lo ridículo del amor. Que es el ridículo de la vida misma.