Jesús Fernández Santos: Los bravos
Uno de los novelistas españoles que menos reconocimiento tiene hoy a pesar de sus grandes dotes como escritor, incluso como cineasta, es Jesús Fernández Santos (Madrid, 1926 – Cerulleda, provincia de León, 1988). En vida sí gozó de atenciones, y obtuvo importantes premios: por Cabeza rapada (1958) y El hombre se los santos (1969) dos Premios de la Crítica; el Premio Nadal por El libro de la memoria de las cosas (1970); el Fastenrath de la Real Academia de la Lengua Española por La que no tiene nombre (1978) o el Nacional de Literatura por Extramuros (1980).
Los bravos (1954) fue su primera novela y no obtuvo reconocimientos oficiales, pero sí de la crítica y de los lectores; puesta en perspectiva puede que sea una de las mejores que escribió. Esto lo afirmo por lo siguiente. El ambiente rural de posguerra en el que se desarrolla, cargado de dureza y complicaciones, circulado por unos personajes humanos pero descarnados también, está perfectamente imbricado con el estilo objetivista y sobrio de la prosa, que es directa y muy eficaz. Pero además porque Fernández Santos no se contenta con esto y barniza la narración con tonos líricos, haciendo un áspero retrato del mundo, del pueblo, que nos presenta.
»El pueblo estaba vacío. Las casas, el río, los puentes y la carretera parecían desiertos de siempre, como si su único fin consistiera en existir por sí mismos, sin servir de morada o tránsito. El vacío se tornaba visible y oloroso en torno a las ruinas ennegrecidas de la iglesia, al margen mismo del pueblo, hueca, al aire sus afiladas ventanas, hundida por el odio y la metralla que la guerra volcó sobre ella, olvidada al fin. El reloj aparecía inmóvil, falto de sus saetas, en una hora inverosímil, cara a las otras casas, rechonchas y amarillas, como hongos surgidos tras la lluvia, vueltas a edificar con prisa y sacrificios, tras el incendio que las devastara un día.»
Jesús Fernández Santos, estoy convencido de ello, es un escritor al que habrían de reeditar y así poner de nuevo en circulación su obra, porque sería una lástima perder el conjunto de su producción, que no es perfecta, pero sí propia. Hay que leer a Fernández Santos.