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Impresiones literarias

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John Banville: Tetralogía científica

Es cierto que el estilo literario tiene algo de ciencia, por lo que supone en su tanteo y experimentación, por su exploración del lenguaje y el método a la hora de realizar el trabajo, así como por su objetiva masa de conquistas o fracasos estéticos. Por otro lado, como todo aquello que queda más allá del dominio de la ciencia, también existe en él el misterio, un misterio velado que no se resuelve en la parte consciente del escritor, por mucho que este pueda trabajar a diario con el mayor de los entusiasmos y las dedicaciones. Todo gran escritor, me temo, como todo gran artista, afirmo, debe mucho a esta parte que está más allá de la laboriosidad y el esfuerzo consciente. John Banville, escritor irlandés ganador del premio Princesa de Asturias de las Letras en 2014, es uno de estos privilegiados que, a fuerza de trabajo y talento, son capaces de no fracasar en la complicada tarea de contar historias.

Alfaguara, este mes de febrero, ha publicado en un único volumen cuatro novelas de Banville pertenecientes a un mismo ámbito, el de las figuras históricas que han ampliado, de alguna forma, nuestro conocimiento del universo. Estas obras son Copérnico (1976), Kepler (1981), La carta de Newton (1982) y Mefisto (1986), agrupadas bajo el epígrafe general de Tetralogía científica (2022), cuyo título en inglés responde a The Revolutions Trilogy, de cuya edición se excluye a Mefisto. Como muestra de lo interesante que resulta este volumen, no solo para que aquellos que ya conocemos bien a Banville podamos profundizar más en su trabajo, sino también para animar a nuevos lectores a que lo conozcan, he decidido dedicar esta crítica a la primera de sus obras, Copérnico, ganadora del James Tait Black Memorial Prize, y que representa y exhibe con precisión el pulso general de estas cuatro novelas.

Copérnico se divide en cuatro partes, de las cuales todas cuentan con un narrador en tercera persona salvo la tercera, en la que aparece un luterano apodado Rheticus, que nos contará su experiencia personal con Copérnico en un tono descuidado, pretencioso y mordaz, retando al lector incluso, pues se siente profundamente herido por él. La narración comienza con la muerte, siendo Copérnico pequeño, de la madre de éste, y cómo pasó la infancia con su padre, un comerciante con cuya personalidad chocaba, así como con sus hermanas y hermano, Andreas, que hace las veces de contraparte, de reverso oscuro y sensualista del científico, a lo largo de casi toda su vida. Tras la muerte del padre, quedan todos bajo la tutela de su tío, un importante y severo canónigo que será el encargado de pautar y dirigir las vidas de todos ellos. Llegado el momento, sacará a Copérnico de la universidad para meterlo en la Iglesia católica. Esta condición le obliga a viajar a Italia donde descubrirá las relaciones entre opulencia, política y conspiracionismo, a la par que irá profundizando en sus teorías, especialmente en la heliocéntrica. El grueso de la obra, que nos presenta las características psicológicas de Copérnico y su dificultad para relacionarse con el mundo, está marcado por el hecho del retraimiento del astrónomo a publicar sus teorías. La última parte, Magnum Miraculum, es una exploración intensa de la enfermedad y decaimiento del polaco, que en sus últimos días vive entre sus inasibles recuerdos y la tristeza de haber descubierto, quizá, el vacío que subyace tras la existencia.

Toda la obra presenta una atmósfera de corte expresionista, oscura y cargada de esas sombras que se iban disipando con el paso de la Edad Media al Renacimiento, gracias a la luz, entre otros, del propio Copérnico. Algunas de las descripciones de Banville son soberbias y se basta de dos o tres pinceladas para expresar lo que muchos no sabrían hacer en cinco páginas. A pesar de que la vida del astrónomo no está cargada de peripecias remarcables, Banville ha sabido dotar de interés a los aspectos prosaicos de su existencia, haciendo que el lector avance por las páginas con verdadera curiosidad por su desenvolvimiento. Leer a Banville es siempre un placer, por lo que tiene de solvente y detallista: esta tetralogía hará las delicias de cualquiera.

Por último, ya sabéis que si queréis más lecturas y recomendaciones podéis seguirme en la siguiente dirección de Twitter: @PRADA_VAZQ

Don DeLillo: La Estrella de Ratner

Decidí leer La Estrella de Ratner (Seix Barral, 2014) para ver quién era DeLillo (Bronx, Nueva York, 1936) en 1976. Lo que me quedó claro es algo que ya tenía por cierto: que es un tipo imaginativo que puede ofrecer textos dinámicos (si se lo propone). Y creo que estas son básicamente la características de este libro: su imaginario y su transcurrir. Porque a pesar de las referencias técnicas propias del lenguaje científico y sus procesos, que inserta a lo largo de la historia, consigue mantener cierto ritmo y permite la atención constante del lector. No obstante (he de ser franco) también se atasca a ratos, aunque no dolorosamente, volviéndose circular, reiterativo. Pero no termina en ningún caso de agotar la paciencia del lector.

Imagen: Google

        Imagen: Google

La trama del libro: se recibe una señal de radio desde la Estrella de Ratner, que parece probar que hay vida en otros planetas. Existe, en un punto indeterminado de Asia, una gran estructura en la que conviven los científicos más capaces de la Tierra intentando descubrir el contenido del mensaje, entre otras variadas ocupaciones. Billy, que así se llama el protagonista, tiene catorce años y un Nobel, por lo que recurren a él en busca de ayuda. Tal es el punto de arranque de la obra. Son interesantes, más allá de la propia trama, algunos de los personajes que rondan la novela; como el propio Billy, espectador de un entorno absurdo del que participa también, o Endor, un anciano que vive en un hoyo cavado en la tierra, por mencionar únicamente dos ejemplos que tengo ahora en la cabeza. Lo que más destacaría del libro, en todo caso, es su humor y el suspense que termina generando.

»El pequeño Billy Twillig se subió a bordo de un 747 con rumbo a una tierra lejana. Esto se sabe a ciencia cierta. El hecho de que se subió al avión. El avión era un Sony 747, etiquetado como tal y programado para llegar a su punto de destino un número de horas exacto después del despegue. Todo esto es susceptible de verificación, marcado con guijarros (khalix, calculus), tan real como el número uno.»

Eso sí, no se la recomendaría a nadie que quiera empezar con DeLillo, y sí a cualquier persona que quiera pasar un rato agradable de lectura y que sienta cierto interés por la ciencia, en su acepción más amplia, y sus paradojas.