Don DeLillo: Cero K
Hace algo más de una semana publiqué en el Huffington Post un artículo sobre una curiosidad (más o menos recurrente) que me sucedió al buscar Cero K. en una biblioteca pública. Si os interesa, podéis leerlo aquí. Hacía unos años que no leía algo de Don DeLillo (Bronx, 1936). Concretamente fue La Estrella de Ratner, que reseñé en este blog. En términos generales, ¿es Cero K. una buena novela? No es, ni de lejos, lo mejor que ha hecho DeLillo, pero se deja leer y, además, se pueden reconocer en ella las preocupaciones habituales del autor.
La trama de la novela es algo así: la esposa del multimillonario Ross Lockhardt, llamada Artis, va sumirse en un proceso de criogénesis para poder ser tratada en el futuro de una forma más solvente, para prolongar su vida y superar la enfermedad, sus limitaciones. Desde este punto de partida, Jeffrey Lockhardt nos presenta un mundo elitista que persigue la supervivencia a toda costa. Por supuesto, es elitista porque sólo los que tienen el dinero suficiente pueden optar a esta posibilidad. Con todo, el libro no aborda únicamente estas cuestiones referidas a la casi-ciencia-ficción, sino que tiene giros intimistas que se centran en los problemas de Jeffrey, la relación con su madre, con su padre, así como con otras personas, Emma, por ejemplo, que viene a ser algo así como su novia durante un tiempo. El libro es, además, una indagación (como casi siempre con DeLillo) en el papel que juega el lenguaje en la vida y en su relación con el mundo. A lo largo de la obra, como se verá si se lee, existen referencias, en ese contexto de «superar la muerte», de la gestación de un idioma aislado, sin filiación, para abandonar lo que es uno mismo, un intento de sistematizar y afinar el habla casi a nivel matemático para adquirir una mayor comprensión de todo. Esta idea es muy interesante.
Todo el mundo quiere apropiarse del fin del mundo. Me lo dijo mi padre, de pie junto a las ventanas francesas de su despacho de Nueva York; gestión privada de sanidad, fondos fiduciarios dinásticos, mercaos emergentes. Estábamos compartiendo un punto temporal curioso, contemplativo, y ese momento estaba rematado por sus gafas de sol vintage, que traían la noche al despacho.
Aunque es una novela que pone muchas cosas sobre la mesa, no llega a estar a la altura, como ya refería al principio, de Punto Omega, Submundo, Mao II o Americana. Está muy en la línea de la Estrella de Ratner, a pesar de las décadas que las distancian. DeLillo es uno de los grandes escritores norteamericanos, sin ninguna duda. Al menos es uno de los que más me interesan. Hay que leer a DeLillo. Es más, yo estoy metido intensamente en él desde hace unas semanas.
Por último, ya sabéis que si queréis más lecturas y recomendaciones podéis seguirme en la siguiente dirección de Twitter: @PRADA_VAZQ