Tadeusz Konwicki: Nochebuena polaca

De Tadeusz Konwicki (Wilno, Lituania, 1926) es prácticamente improbable, que no imposible, encontrar alguno de sus libros. La única opción son las librerías de viejo, porque sus obras, vertidas al castellano, llevan descatalogadas un buen puñado de años. Tampoco es que se hubiesen traducido muchas. Según mis indagaciones, únicamente dos, Un pequeño apocalipsis (El Aleph, 1987) y la que ahora mismo estoy comentando. Además de escritor ha sido realizador de cine y guionista.

Encontré Nochebuena polaca (Seix Barral, 1984) a principios de septiembre, escondido entre un montón más de libros de segunda, tercera o incluso de cuarta mano. No conocía nada de este escritor. Es más, ni una palabra había oído sobre él; como de tantos otros. Pero de todos modos lo cogí y le eché un vistazo: leí la solapilla que daba una escueta relación biográfica y bibliográfica del autor, el resumen de la parte posterior, comprobé que estaba en buenas condiciones físicas. Que un libro que lleva treinta años publicado no esté manoseado, presente marcas de su uso, algún tipo de desperfecto puede significar muchas cosas. Pero yo opté por pensar que el sujeto que lo compró se sintió en parte decepcionado y no pasó de las primeras páginas. Quizá fue un mal regalo hecho a alguien. ¿Quién sabe?, que diría Maupassant.

KonwickiFoto: Krzysztof Dubiel.

Lo cierto es que me sedujo pensar que había sido rechazado, apartado en un rincón oscuro de alguna biblioteca personal. En la primera página estaba el sello en papel puesto bocabajo, pegado con un pedazo de celo tirado en vertical y ya parduzco, del establecimiento en el que se compró, con sus letras negras y el fondo azul claro: Librería Cuatrocaminos, Dtor. Santero, 22, Madrid. La parte inferior del sello es dentado, mellado ya. Estos detalles superfluos, unidos a los ya mencionados, y a que siento especial interés por los escritores en lenguas eslavas, me hizo ponerme a leer la primera página, a ver si me decía algo, a ver con qué me encontraba.

Y la verdad es que sí. Me encontré con algo. En términos generales, la principal línea argumental del texto, narra la espera de unos ciudadanos polacos, desde las primera horas de las mañana del día de nochebuena, ante una joyería del Estado: están esperando la llegada de unos anillos desde la Unión Soviética. Por otro lado aparece una narración que nos sitúa en un bosque,  en un entorno rural, en torno a la fecha de 1863, durante la preparación de un batalla. Además intercala reflexiones personales, nítidas imágenes evocadoras, atribuibles a su propia persona pues el personaje que conduce la historia es un trasunto de él mismo. El libro empieza de esta forma:

Estoy haciendo cola frente a una tienda de la cadena comercial Joyero, propiedad del Estado, y delante de mí, en la cola, hay veintidós personas. Falta poco para que los carillones de Varsovia den la once de la mañana. Entonces los cerrojos de las enormes puertas de metal y vidrio chasquearán, y nosotros, clientes entumecidos, nos introduciremos en un interior suntuoso; nos introduciremos observando, por supuesto, la mayor disciplina y acatando el orden establecido en la cola a lo largo del tiempo de espera.

Continuamente se puede apreciar el trasfondo sociopolítico que subyace y contextualiza la obra. Aunque no siempre está patente por comentarios concretos, si que se puede observar en las descripciones de los espacios y de los personajes. La apatía y aceptación de las circunstancias, con su crudeza cotidiana es el mejor ejemplo:

De la trastienda sale la mujer de la limpieza; lleva un cubo, una escoba y un trapo negro. Insensible ante el fasto de la joyería, la configuración de la cola y nuestro calzado, se pone a recoger el fango trasladándolo al cubo con el trapo.

Esta mujer sin rostro, es inmune ya a la vida. No aspira a nada porque sabe cuál es su papel. Ha perdido el entusiasmo, no se sabe cuándo, y cuando ya no se tiene se está cerca de ser un autómata, producto predilecto de los regímenes totalitarios. Pero no quiero entrar ahora en estas cuestiones, que tienen mucho recorrido. Lo importante es poner por escrito que se trata de un libro que merece la pena, que se deja leer y que es, al fin y al cabo, una obra literaria original (tal es mi percepción). Si Gombrowicz resulta del agrado del lector, quizá Konwicki sepa darle un buen rato de sincera literatura y deje en él un buen sabor de boca.

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