Mortal y rosa: Francisco Umbral

Al lector con auténtica pasión por el lenguaje, por sus posibilidades y maleabilidad, sus juegos y fallas, no le puede resultar desdeñable la obra de Francisco Umbral (Madrid, 1932-2007), un escritor de esos que no escribía libros (aunque fuese a los programas a intentar hablar de ellos), que no hacía novelas ni artículos: fue un escritor que se esforzó por hacer una obra y que es, en mi opinión, a lo que se debe entregar un auténtico artista: vivir y morir siendo uno mismo, aunque eso pueda no reportar muchos momentos de felicidad.

Foto: Google imágenes

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Cuando lees a Umbral descubres riqueza, posibilidades, hostilidad. Mucha gente rehúye su lectura por la leyenda que arrastra de dandy, con su melena blanca y su altura, su clásica aparición televisiva y demás opiniones que haya podido verter a lo largo de su vida. Y precisamente por esto quería referirme a él, invitar a leerlo sin pudor alguno. Mortal y rosa (1975) es un libro que he leído completo varias veces, otras simplemente lo he abierto para disfrutar de nuevo de algunos pasajes. Es un diario de prosa lírica, de prosa umbraliana: habla del cuerpo, de la mente, de sus recuerdos, de su hijo enfermo, de su contemplación y de su muerte. Sentido y jocoso a veces, el texto es como un cajón desvencijado en el que todo tiene cabida, en el que todo tiene su lugar.

»Cuando me arranco al bosque de los sueños, a la selva oscura del dormir, y me cobro a mí mismo, me voy lentamente completando. Porque he dejado de interesarme por mis sueños. A la mierda con Freud.»

La singularidad de su estilo, de sus metáforas, es sin duda el punto más atractivo de su obra. Merece la pena leerlo y enterarse un poco de primera mano de quién era este escritor, este tío enfermo de literatura.