Guy de Maupassant: En las entrañas del desequilibrio

Guy de Maupassant (Dieppe, 1850 – París, 1893) es uno de los escritores que más me entusiasmó desde que lo leyese por primera vez. Probablemente tuviese yo dieciséis años, puede que incluso menos: encontré un cuento suyo en una antología de relatos fantásticos que aún conservo, y que incluía a otros grandes autores del género como Poe, W.W. Jacobs, M.R. James, H.G. Wells y Arthur Machen (otro de mis favoritos), titulado ¿Quién sabe? (1890). Era una historia que me pareció muy sugestiva, que dejaba entrever, como compré después informándome sobre los avatares de su vida, el proceso de locura en el que ya estaba sumido, donde la manía persecutoria consume al protagonista solitario, un protagonista que se siente amenazado por el entorno inanimado también. Fue éste, además, el último relato que escribió.

Foto: Félix Nada (Google imágenes)

          Foto: Félix Nadar

Aparte este cuento, una buena introducción a su literatura es El Horla y otros cuentos de crueldad y delirio (Valdemar, 2006). Incluye quince cuentos y las dos versiones de El Horla (1886, 1887) que realizó el autor. Es uno de sus textos más conocidos y que resulta especialmente interesante si se lee comparativamente cada versión. Por otro lado destacan otros textos como Un parricida (1882), La tumba (1884) o Mademoiselle Cocotte (1884). Todos los cuentos están cargados de locura y extrañeza en ambientes de corte realista. Los personajes deliran sumergidos en la locura pues son el resultado del terror y el miedo que se apoderaba del alma de Maupassant en sus últimos años: transvasó los terrores de su enfermedad y los convirtió en materia literaria.

»Íbamos a salir del manicomio cuando en un rincón del patio vi a un hombre alto y delgado que obstinadamente hacía el simulacro de llamar a un imaginario perro.» (Inicio de Mademoiselle Cocotte)

La realidad es que Maupassant es uno de los escritores de cuentos más importantes de la literatura francesa y uno de los cuentistas más libres en tanto en cuanto no se atiene a corrientes o tradiciones más o menos claras: quiere fijar su delirio en las cosas, consiguiéndolo. Lectura inexcusable, por tanto, para pasar un rato en las entrañas del desequilibrio.