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Impresiones literarias

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Abdulrazak Gurnah: Paraíso

He repetido en múltiples ocasiones que un lector, incluso si es un devoto e inquieto lector, tendrá siempre (qué le vamos a hacer) marcadas carencias, notables vacíos, amplias o moderadas lagunas en las que practicar el provechoso buceo del descubrimiento. Esto, lejos de ser reprensible o sonrojante, resulta una condición inevitable del estatus de quien lee: sentirse avergonzado de no conocer una obra o a un autor no tiene mayor sentido, pues siempre es admirable acabar el día entrando en contacto con algo que por algún motivo nos había pasado desapercibido, teniendo así, uno mismo, más posibilidades de mejorarse y de disfrutar reduciendo los límites de la propia ignorancia. En mi caso, la última gran carencia que descubrí en tanto lector fue Abdulrazak Gurnah (Zanzíbar, 1948), último Premio Nobel de Literatura. Para solventar dicha carencia he realizado una primera aproximación a él leyendo su novela Paraíso, editada por Salamandra en diciembre de 2021 con traducción de Sofía Noguera Mendía, y presentada ante el público como uno de sus trabajos más emblemáticos.

Publicada originalmente en 1994, Paraíso es un bildungsroman situado en el exótico contexto del sudeste africano que tiene como protagonista a Yusuf, un niño de doce años que vive con su padre y su madre, desde hace poco menos de un lustro, en una ciudad a la que se mudaron por las posibilidades económicas que prometía, al estar desarrollándose, dicha urbe, gracias a que los colonizadores alemanes la usaban como centro de operaciones mientras construían la línea de ferrocarril. Con la posterior pérdida de importancia de dicho enclave, los negocios locales se vieron resentidos, como el del padre de Yusuf, director de un hotel. En este contexto nos encontramos con la presencia, no sólo del protagonista y sus progenitores, sino también de otra figura un tanto elusiva y pomposa, la del comerciante Aziz, presentado desde el principio como tío del niño. No tardaremos en descubrir que, a petición de su padre, el niño debe viajar con su tío y dejarlos atrás. ¿Por qué ha de irse? La respuesta no está clara en este momento. El siguiente escenario, que es el espacio simbólico más relevante y estable de la novela, es la casa del comerciante, a la que han llegado: en ella, no solo conocerá Yusuf más sobre la vida y sus crudas cuestiones prosaicas y sensuales, gracias a Khalil, el encargado de la tienda del comerciante Aziz que es varios años mayor que él, sino que se sentirá paulatinamente prendado por el hipnótico y misterioso jardín que hay en ella y que con el tiempo será el núcleo que motive en la trama de la novela distintas relaciones y hechos, especialmente al final de la narración.

Como ya he apuntado, esta es una novela de aprendizaje, de crecimiento personal y transición a la madurez, y el grueso de esa toma de contacto con el mundo y posterior transformación se desarrolla tanto en la casa, bajo la violenta y cínica batuta de Khalil, como en el duro viaje que habrá de hacer el protagonista con Aziz y su caravana de hombres y productos transportados por distintas regiones con el objetivo de comerciar. Algunos de los personajes secundarios tienen bastante encanto, y el lector no deja de echar en falta una mayor presencia de estos. Así sucede con Kalasinga, conductor de una camioneta que posee un discurso alegre y hedonista, además de una visión un tanto escéptica del mundo y la religión: “Deja que el muchacho alcance tanta virtud como pueda […] Estos sentimientos no nos duran mucho. El mundo nos tienta demasiado pronto a pecar y caer en la obscenidad”. O también: “Mientras tu Dios del desierto esté torturándote por todos tus pecados, yo estaré en el Paraíso jodiendo todo lo que se me ponga por delante […] Para ese Dios tuyo casi todo es pecado”, etc.

Los temas que aborda la novela son esencialmente el desarraigo y la inocencia, la naturaleza de la violencia y la sexualidad, pues, aunque los colonizadores alemanes están de fondo como figuras amenazadoras que no tienen mayor presencia en el texto, en la propia estructura social de las poblaciones locales que se describen, los más poderosos se imponen a través de la fuerza, y su poder contiene la misma brutalidad que la de los europeos, aunque a una escala y con motivaciones distintas. La oralidad, la narración de leyendas e historias mágicas, cumple una función destacada, pues mientras la religión es un asunto serio para aquellos que tienen mayor nivel social, las capas bajas están impregnadas de supersticiones en las que el sexo, la obscenidad y la violencia verbal juegan un papel importante. Con todo, lo más curioso que se aprecia en el texto es que el motor de la mayoría de los acontecimientos importantes que se producen se derivan, directa o indirectamente, de la belleza física del chico: dicha hermosura hará las veces de talismán, de salvoconducto que le permitirá salir, a él y a sus acompañantes, de situaciones límite.

Ahora solo me queda dar el siguiente paso, leer A orillas del mar, publicada este pasado marzo, para hacerme una idea más aproximada de la obra de Gurnah, y así tener una opinión más informada de él.

Por último, ya sabéis que si queréis más lecturas y recomendaciones podéis seguirme en la siguiente dirección de Twitter: @PRADA_VAZQ

Imre Kertész: Una invitación a la memoria

La portada tiene tres cuadrángulos rojos arriba, tres más abajo. Están sobre un fondo negro que es amplio en su zona central: allí unas letras blancas destacan un nombre, Imre Kertész; otras rojas un título, Sin destino. Debajo, en letras blancas más pequeñas: traducción de Judit Xantus (importante divulgadora de la literatura húngara en España). El volumen es sólido, sobrio, contundente: características éstas que se pueden extender a la literatura que contiene.

Foto: Google imágenes

                          Imre Kertész (Google imágenes)

Kertész (Budapest, 1929) nos cuenta en Sin destino (Acantilado, 2006) la historia de un niño de quince años, edad con la que él llegó a Auschwitz, que pasa de ver a su padre marchar, pues es condenado a trabajos forzados, a ser el encargado de ganarse la vida en una fábrica, atendiendo y ayudando también a su madrastra. Conoce a una chica de su edad que vive en el mismo edificio que él, también judía, que le gusta. Es feliz, dentro del clima complejo y bélico que ya se vive, hasta que un día todo cambia, sin esperarlo. Desde aquí parte la narración, y parece conveniente no  desgranar nada más para que el lector se adentre en los acontecimientos que vive el protagonista sin más ideas de las necesarias. Lo importante, en todo caso, es dejar constancia de las ideas que suscita el texto en su intensidad: la pregunta por la diferencia, por la identidad, por la conciencia y la memoria. Kertész tiene la suerte de escribir con cierta sobriedad irónica que pone de manifiesto la crudeza de la realidad vivida por el personaje, la misma que vivió él entonces. Sin destino es una lectura inexcusable de este premio Nobel de Literatura (2002) para todos aquellos que quieran hacer memoria y acercarse al lado más humano de la gran tragedia del siglo XX.

»Hoy no he ido a la escuela; mejor dicho, sólo fui para pedir permiso a la tutora y volver a casa. Le entregué la carta de mi padre, en la cual pedía que me dispensaran, alegando razones familiares. Ella me preguntó cuáles eran esas razones familiares, y yo le contesté que a mi padre lo habían asignado a trabajos obligatorios. Dejó de incordiarme.»

La verdad es que haríamos un gran favor al mundo en el que vivimos y al que está por venir si leyéramos con atención la literatura producida por las víctimas del Holocausto. En realidad, acercarse a hombres y mujeres que padecieron cualquier tipo de sometimiento y crueldad, ya sea por sus ideas, ya por sus credos, es un acto de reconciliación, de apuesta por la libertad y su salvaguardia. Siempre he estado atraído, creo que ya lo he dicho en alguna ocasión más aquí, por la literatura relacionada directa o indirectamente con los autoritarismos, y especialmente la escrita por las víctimas. Por eso creo que es importante establecer una distinción entre los libros ambientados históricamente en la Segunda Guerra Mundial, y los que están escritos desde la experiencia personal de ese conflicto. No es que unos sean menos interesantes que los otros por el simple hecho de estar tratados desde la distancia y sin conocimiento directo. Lo que me pasa a mí concretamente, es que busco bajo las palabras una persona real que me hable, aunque sea a través de una novela, como en este caso, de su experiencia íntima en lo que fue un trasunto del infierno.

Hace ya cuatro años que visité Auschwitz y desde entonces entendí aún más una frase, que no recuerdo exactamente de quién era, pero que decía algo así como: piensa de tal forma que Auschwitz no vuelva a repetirse. Aquí puedo hacer una variación de esta sentencia y escribir, sinceramente:

Lee de tal forma que Auschwitz no vuelva a repetirse.