Rafael Alberti: Sobre los ángeles

Si hay algún libro de poesía que me haya causado un profundo sobrecogimiento, es Sobre los ángeles, de Rafael Alberti (Puerto de Santa María, Cádiz, 1902 – 1999). Escrito y publicado a finales de la década de 1920, está cargado de una oscuridad y soledad que impacta por las imágenes, por el lenguaje que utiliza Alberti para expresarlas. El velo onírico que cubre los poemas acerca al lector a la inestabilidad y desequilibrio espiritual que acompañaba al poeta cuando los escribió, y es por ello que uno puedo sentirse muy cercano a su estado de ánimo, a pesar de lo inverosímil y el entorno casi mitológico que evoca el libro. Unos ejemplos dará cuenta de lo que quiero decir.

El ángel de arena.

Seriamente, en tus ojos era la mar dos niños que me espiaban,
temerosos de lazos y palabras duras.
Dos niños de la noche, terribles, expulsados del cielo,
cuya infancia era un robo de barcos y un crimen de soles y de
  lunas.

Duérmete. Ciérralos.

Vi que el mar verdadero era un muchacho que saltaba
   desnudo
invitándome a un plato de estrellas y a un reposo de algas.
¡Sí, sí! Ya mi vida iba a ser, ya lo era, litoral desprendido.
Pero tú, despertando, me hundiste en tus ojos.

Podría incluir cualquier otro poema. Incluirlos todos también, pero supongo que hacerlo me traería problemas legales, así que lo evitaré. Lo importante es reconocer que este libro es un pieza extraña, pesimista, pero sobre todo un poemario que nadie debería obviar si está interesado en la poesía, en la belleza oscura. Así que si alguien está pensando en leer algo bueno en los próximos días/semanas y no sabe el qué, Sobre los ángeles es la gran opción.

El ángel rabioso

Son puertas de sangre,
milenios de odios,
lluvias de rencores, mares.

¿Qué te hice, dime,
para que los saltes?
¿Para que con tu agrio aliento
me incendies todos mis ángeles?

Hachas y relámpagos
de poco me valen.
Noches armadas, ni vientos
leales.

Rompes y me asaltas.
Cautivo me traes
a tu luz, que no es la mía,
para tornearme.

A tu luz agria, tan agria,
que no muerde nadie.