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Impresiones literarias

Etiqueta: Faulkner

Thomas Wolfe: Hermana Muerte

No sería descabellado decir que tengo el blog abandonado: este mes he publicado únicamente una reseña sobre Le Clézio y el anterior otra sobre Dana Spiotta. En mi defensa diré que no se debe a que haya dejado de leer o de interesarme por compartir mis lecturas, sino más bien a que apenas tengo tiempo por dedicarlo a mi faceta académica, que últimamente me tiene muy comprometido. Aunque éstas, como cualquier excusa, tienen un cierto regusto a mentira.

Thomas WOlfe

                                          Thomas Wolfe

Estos días/semanas estoy con varias lecturas que tenía más que pendientes. Entre ellas destacan Canada de Richard Ford y Our mutual friend de Charles Dickens, que espero compartir aquí más adelante (aunque seguramente se cuelen otras por el medio), como hoy voy hacer con Hermana Muerte (Periférica, 2014) del escritor norteamericano Thomas Wolfe (Asheville, 1900 – Baltimore, 1938). Una advertencia preliminar: Thomas Wolfe no tiene nada que ver con Tom Wolfe, el escritor y periodista también americano conocido especialmente por sus libros La hoguera de las vanidades y La izquierda exquisita. Hecha esta distinción podemos comenzar.

Thomas Wolfe aborda el tema de la muerte en este libro de apenas noventa páginas a través de la visión de un hombre del que nada sabemos, aunque dejará pequeñas dosis de sí mismo a medida que narre la muerte de cuatro personas distintas en la ciudad de Nueva York. Cada una de ellas estará enmarcada en unas circunstancias distintas, pero teñidas siempre por una violencia instantánea que conducirá finalmente a lo mismo. La última de estas muertes, reflejada ya de manera somera en la primer página, será la más perdurable, la que se acomode en su memoria y ya no le abandone, pues será distinta de las otras por diversas razones.

Hasta en tres ocasiones me había topado con el rostro de la muerte en la ciudad y ahora, en aquella primavera, volvíamos a vernos. Una noche -una de esas noches caleidoscópicas de locura, ebriedad y furia que conocí aquel año, cuando merodeaba por la gran avenida de la oscuridad de sol a sol, desde la medianoche hasta el amanecer, cuando el mundo entero se proyectaba a mi alrededor en una danza descomunal y enloquecida- vi morir a un hombre en el metro.

El estilo de Wolfe, como en todos sus libros (recomendadísimos), pasa aquí por un lirismo truculento, por la reiteración, así como por una fuerte dosis de retórica. Quizá sea esta última característica la que pueda sorprender más al lector actual, pues posiblemente sienta que uno está leyendo un texto escrito a cachos por Faulkner y a otros por algún poeta ebrio de palabras y urbanismo: la gran ciudad posee voz propia y fulmina a sus habitantes sin contemplaciones. La ciudad es el espacio en el que la Muerte, la Soledad y el Sueño (las mayúsculas son del escritor), colmando la noche, se ceban con los ciudadanos, células que están perdidas porque, según nos lo pinta gravemente Wolfe, han perdido su humanidad llegando incluso a burlarse de los muertos.

Es una buena novela para empezar con Wolfe. Su reflejo de las actitudes sociales, algo estereotipadas por otro lado, ilustra bastante bien, aún hoy, nuestro mundo urbano, que no deja de ser una selva de cemento y deshumanización. Las últimas páginas del libro son un rizo lírico, una declamación teatral de corte decimonónico que tiene una dimensión demasiado arcaica: el propio Wolfe murió de tuberculosis, sí, dándose su propio rizo romántico. Hay que leer a Wolfe.

Por último, ya sabéis que si queréis más lecturas y recomendaciones podéis seguirme en la siguiente dirección de Twitter: @PRADA_VAZQ

William Faulkner: Sartoris

Cuando alguien piensa en Faulkner (New Albany, Misisipi, 1897 – Oxford, Misisipi, 1962) probablemente le vengan a la cabeza el whisky y su pipa, pero sobre todo sus novelas más comentadas y leídas: El ruido y la furia, Luz de agosto, Mientras agonizo, Las palmeras salvajes o Santuario. Y esto es normal pues son grandes obras. Por eso hoy, que se cumplen cincuenta y tres años de su muerte, voy a variar la tendencia y no voy a comentar ninguno de estos títulos, pues quizá sea más interesante poner sobre la mesa algo menos conocido. Como Sartoris (1929), novela de la que él mismo decía que albergaba el germen de toda su actitud: »con Sartoris descubrí que mi territorio natal, no mayor que un sello en el mapa, era un tema digno de ser tratado, y que yo nunca viviría el tiempo necesario para agotarlo».

William Faulkner (Google imágenes)

    William Faulkner (Google imágenes)

En el sur de los Estados Unidos, en la ciudad de Jefferson, habitan varias generaciones de la familia Sartoris, una familia con problemas de comunicación, de adaptación a los nuevos tiempos, a las nuevas ideas progresistas con respecto a la superación del mundo aristocrático y racista que les es/era propio, también en relación con la tecnología, la aparición y difusión del automóvil, etc., tras la Gran Guerra. Faulkner pone la lupa sobre los distintos miembros de la estirpe Sartoris, nos introduce en sus obsesiones, en sus anhelos, en sus tristezas. Pero además acerca al lector los puntos de vista de otros personajes que tiene relación directa con la familia: la joven Narcissa recibe cartas de amor de un desconocido; el criado Caspey persigue su emancipación de la servidumbre tras la guerra; el viejo y gordo Peabody, médico rural de la vieja escuela; entre otros muchos que enriquecen y redondean la trama coherentemente. Las historias, los episodios de vida que genera Faulkner se mezclan con esa calidad que es propia de sus textos: su estilo esforzado, las múltiples perspectivas, la impresionante facilidad con la que evoca imágenes nítidas y poéticas aparece ya aquí con toda su vitalidad.

»Como de costumbre, el viejo Falls había conseguido que John Sartoris estuviera con él en la habitación; una vez más había hecho tres millas a pie desde el asilo del condado, trayendo consigo, como una fragancia, como el olor a limpio de sus mono desteñido, cubierto de polvo, el espíritu del hombre muerto; y en la oficina de su hijo, los dos, el pobre de solemnidad y el banquero, conversaron de nuevo durante media hora, en compañía de aquel que había pasado del otro lado de la muerte y había regresado después.»

La lectura de esta obra es importante para todos aquellos que sientan interés por el trabajo de Faulkner. Sobre todo por la solidez que ya transmiten muchos pasajes: es como estar en la antesala de sus novelas de culto, que en este momento aún estaban por escribirse. Por último quizá sea provechoso señalar que Sartoris es el resultado de la reelaboración de una novela anterior suya, Banderas sobre el polvo, que sería finalmente publicada en 1973, más bien por intereses comerciales que por expreso deseo de un William Faulkner ya muerto.

Por último, ya sabéis que si queréis más lecturas y recomendaciones podéis seguirme en la siguiente dirección de Twitter: @PRADA_VAZQ