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Impresiones literarias

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Joseph Brodsky: Menos que uno

Una de las cosas que más agradezco de la literatura es su capacidad para estimular la imaginación, la conciencia. Porque un libro, un relato, un poema, invitan a pensar y a sentir: esto significa, simplemente, que te hacen sentirte más humano. (En realidad, cualquier disciplina artística tiene este don) Lo que es de agradecer. Y una de las primera lecturas que me hizo sentirme así, algo en cierto modo humano, fue Menos que uno de Joseph Brodsky (San Petesburgo, 1940 – 1996), ganador del Nobel en 1987, y que pasó muchos años en el exilio.

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Este texto es una suerte de autobiografía que consta de siete ensayos distintos, de los cuales destaco tres por encima de los demás, quizá caprichosamente (sin duda caprichosamente): Menos que uno; Nadeyda Mandelstam (1899 – 1980). Una necrológica y Complacer a una sombra. El primero de ellos es una incursión en su infancia, una época en la que tuvo que forjarse su conciencia asumiendo sus raíces judías y aceptando el entorno hostil (el colegio, los profesores, los compañeros de clase, lo edificios, etc.) en el que creció. El segundo, es un elogio de la mujer del poeta Osip Mandelstam (que tiene también un ensayo dedicado aquí a él, El hijo de la civilización, y que creo puede verse como la primera hoja de un díptico formado junto con éste del que estoy hablando) en el que traza su recorrido vital, su conocimiento de ella, su relación, su trabajo. Por último, Complacer a una sombra, es a mi juicio uno de los cantos más bellos que le han podido rendir a Wystan H. Auden: reflexiona sobre su figura, sobre el amor y la dureza que expresan sus creaciones, sobre el vínculo que fraguó con él.

»Recuero poco de mi vida y lo que recuerdo tiene escasa importancia. La mayoría de las ideas que me interesaron y que conservo en la memoria deben su significación a la época en que surgieron. Las que no recuerdo, sin duda han sido expresadas mucho mejor por otro. La biografía de un escritor radica en la tergiversación del lenguaje que emplea. Recuerdo, por ejemplo, que cuando yo tenía unos diez u once años se me ocurrió que…»

La prosa de Brodsky es de una frontalidad extrema, firme, pero cargada siempre de lirismo, de humanidad. Aprendí mucho de su sinceridad y mesura, por eso creo conveniente presentarlo, aunque sea de una forma tan sumaria, para invitar al contacto, al conocimiento.

Por último, ya sabéis que si queréis más lecturas y recomendaciones podéis seguirme en la siguiente dirección de Twitter: @PRADA_VAZQ

Imre Kertész: Una invitación a la memoria

La portada tiene tres cuadrángulos rojos arriba, tres más abajo. Están sobre un fondo negro que es amplio en su zona central: allí unas letras blancas destacan un nombre, Imre Kertész; otras rojas un título, Sin destino. Debajo, en letras blancas más pequeñas: traducción de Judit Xantus (importante divulgadora de la literatura húngara en España). El volumen es sólido, sobrio, contundente: características éstas que se pueden extender a la literatura que contiene.

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                          Imre Kertész (Google imágenes)

Kertész (Budapest, 1929) nos cuenta en Sin destino (Acantilado, 2006) la historia de un niño de quince años, edad con la que él llegó a Auschwitz, que pasa de ver a su padre marchar, pues es condenado a trabajos forzados, a ser el encargado de ganarse la vida en una fábrica, atendiendo y ayudando también a su madrastra. Conoce a una chica de su edad que vive en el mismo edificio que él, también judía, que le gusta. Es feliz, dentro del clima complejo y bélico que ya se vive, hasta que un día todo cambia, sin esperarlo. Desde aquí parte la narración, y parece conveniente no  desgranar nada más para que el lector se adentre en los acontecimientos que vive el protagonista sin más ideas de las necesarias. Lo importante, en todo caso, es dejar constancia de las ideas que suscita el texto en su intensidad: la pregunta por la diferencia, por la identidad, por la conciencia y la memoria. Kertész tiene la suerte de escribir con cierta sobriedad irónica que pone de manifiesto la crudeza de la realidad vivida por el personaje, la misma que vivió él entonces. Sin destino es una lectura inexcusable de este premio Nobel de Literatura (2002) para todos aquellos que quieran hacer memoria y acercarse al lado más humano de la gran tragedia del siglo XX.

»Hoy no he ido a la escuela; mejor dicho, sólo fui para pedir permiso a la tutora y volver a casa. Le entregué la carta de mi padre, en la cual pedía que me dispensaran, alegando razones familiares. Ella me preguntó cuáles eran esas razones familiares, y yo le contesté que a mi padre lo habían asignado a trabajos obligatorios. Dejó de incordiarme.»

La verdad es que haríamos un gran favor al mundo en el que vivimos y al que está por venir si leyéramos con atención la literatura producida por las víctimas del Holocausto. En realidad, acercarse a hombres y mujeres que padecieron cualquier tipo de sometimiento y crueldad, ya sea por sus ideas, ya por sus credos, es un acto de reconciliación, de apuesta por la libertad y su salvaguardia. Siempre he estado atraído, creo que ya lo he dicho en alguna ocasión más aquí, por la literatura relacionada directa o indirectamente con los autoritarismos, y especialmente la escrita por las víctimas. Por eso creo que es importante establecer una distinción entre los libros ambientados históricamente en la Segunda Guerra Mundial, y los que están escritos desde la experiencia personal de ese conflicto. No es que unos sean menos interesantes que los otros por el simple hecho de estar tratados desde la distancia y sin conocimiento directo. Lo que me pasa a mí concretamente, es que busco bajo las palabras una persona real que me hable, aunque sea a través de una novela, como en este caso, de su experiencia íntima en lo que fue un trasunto del infierno.

Hace ya cuatro años que visité Auschwitz y desde entonces entendí aún más una frase, que no recuerdo exactamente de quién era, pero que decía algo así como: piensa de tal forma que Auschwitz no vuelva a repetirse. Aquí puedo hacer una variación de esta sentencia y escribir, sinceramente:

Lee de tal forma que Auschwitz no vuelva a repetirse.