Don DeLillo: La Estrella de Ratner

Decidí leer La Estrella de Ratner (Seix Barral, 2014) para ver quién era DeLillo (Bronx, Nueva York, 1936) en 1976. Lo que me quedó claro es algo que ya tenía por cierto: que es un tipo imaginativo que puede ofrecer textos dinámicos (si se lo propone). Y creo que estas son básicamente la características de este libro: su imaginario y su transcurrir. Porque a pesar de las referencias técnicas propias del lenguaje científico y sus procesos, que inserta a lo largo de la historia, consigue mantener cierto ritmo y permite la atención constante del lector. No obstante (he de ser franco) también se atasca a ratos, aunque no dolorosamente, volviéndose circular, reiterativo. Pero no termina en ningún caso de agotar la paciencia del lector.

Imagen: Google

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La trama del libro: se recibe una señal de radio desde la Estrella de Ratner, que parece probar que hay vida en otros planetas. Existe, en un punto indeterminado de Asia, una gran estructura en la que conviven los científicos más capaces de la Tierra intentando descubrir el contenido del mensaje, entre otras variadas ocupaciones. Billy, que así se llama el protagonista, tiene catorce años y un Nobel, por lo que recurren a él en busca de ayuda. Tal es el punto de arranque de la obra. Son interesantes, más allá de la propia trama, algunos de los personajes que rondan la novela; como el propio Billy, espectador de un entorno absurdo del que participa también, o Endor, un anciano que vive en un hoyo cavado en la tierra, por mencionar únicamente dos ejemplos que tengo ahora en la cabeza. Lo que más destacaría del libro, en todo caso, es su humor y el suspense que termina generando.

»El pequeño Billy Twillig se subió a bordo de un 747 con rumbo a una tierra lejana. Esto se sabe a ciencia cierta. El hecho de que se subió al avión. El avión era un Sony 747, etiquetado como tal y programado para llegar a su punto de destino un número de horas exacto después del despegue. Todo esto es susceptible de verificación, marcado con guijarros (khalix, calculus), tan real como el número uno.»

Eso sí, no se la recomendaría a nadie que quiera empezar con DeLillo, y sí a cualquier persona que quiera pasar un rato agradable de lectura y que sienta cierto interés por la ciencia, en su acepción más amplia, y sus paradojas.