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Impresiones literarias

Etiqueta: Pesimismo

Thomas Bernhard: En busca de la verdad

Suelo afirmar que los libros de Thomas Bernhard son siempre para lectores bernhardianos, y por tanto para personas decididamente pesimistas pero con un alto nivel de humor, por decirlo de una forma excesivamente sintética. Ahora, una vez acabado de leer En busca de la verdad (Alianza, 2014), me he dado cuenta de que esta recopilación de textos públicos del escritor austriaco (artículos, entrevistas, cartas, discursos, etc.) está indefectiblemente dirigida a hombres y mujeres bernhardianos, por lo que puedo casi afirmar sin lugar a dudas que a nadie más satisfará. Aunque esto último no tiene por qué ser del todo cierto, ya se sabe de los complejos milagros obrados por la literatura.

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                     Thomas Bernhard (Foto: Sepp Dreissinger)

Presentados cronológicamente, leídos por tanto de forma lineal, tal y como yo lo he hecho, sin dejarme llevar por la idea de ir saltando de pieza en pieza según mis probables apetencias, tengo la extraña sensación de que he presenciado de alguna forma la vida, y a la vez asistido a la muerte, de Thomas Bernhard. No, no es una exageración: al terminar el libro me ha quedado una inexplicable sensación de culpa, de abatimiento, derivada sin duda del hecho de que creo haber comprendido mejor quién era ese hombre perdido en las montañas de su soledad. Sus novelas, pero sobre todo sus Relatos autobiográficos (que comenté brevemente aquí), ya me decían mucho de él; pero el mérito de los textos de En busca de la verdad radica en que han sabido poner en perspectiva su temperamento y su personalidad fuera del acto que le es más propio, el de la creación artística. En este libro predomina la persona más que el escritor y se puede descubrir incluso a un hombre profundamente enamorado (una auténtica revelación para mí):

Mi madre murió a los cuarenta y seis años. En 1950. Un años antes conocí a la compañera de mi vida. Al principio fue una amistad y una relación muy fuerte con una persona mucho mayor. En cualquier lugar del mundo que yo estuviera, ella era mi punto central, del que lo extraía todo. Sabía siempre que esa persona estaba ahí para mí por completo si las cosas eran difíciles. Solo tenía que pensar en ella, ni siquiera buscarla, y todo se arreglaba. Todavía ahora vivo con esa persona. Cuando tengo preocupaciones le pregunto, ¿qué harías tú? De esa forma me he abstenido de absolutas atrocidades, que todavía se pueden cometer con la edad, porque todo está dentro de uno. Ella fue para mí la que me contenía, me disciplinaba. Y por otra parte también la que me abría el mundo. 

Pero también está (¡no podía faltar!) el Bernhard que no realiza concesiones, que se enfrenta a todo lo que considera indigno, lo que abarca, obviamente, desde el Estado austriaco y su gobierno hasta los periodistas y los críticos, pasando por otros compañeros de profesión y políticos, así como por el mismo público y la Iglesia. Este libro puede verse incluso como un acerado manual para el conflicto verbal, créanme. Las entrevistas son especialmente interesantes, en todas ellas es claro (oscuro más bien) y va desgranando de forma temperamental detalles de su vida que resultan a la vez crudos y conmovedores.

BERNHARD: Para mí sería interesante si pudiera matarme y observarme luego.
PREGUNTA: Desgraciadamente eso es imposible.
BERNHARD: Que no sea posible es mi mayor decepción.

A pesar de su aparente misantropía, que es la característica fundamental que rueda de boca a oreja cuando se trata sobre él, yo no puedo dejar de ver, bajo ese pesado caparazón lingüístico y temático, a un humanista que luchó contra el conformismo y la mediocridad intelectual desde sus propias y complicadas circunstancias vitales: detrás de sus hirientes palabras, en su inmensa soledad, siempre tuvo espacio para el verdadero amor, algo que no todo el mundo puede, ¡ay!, afirmar. Así que yo me quedo con su cara más sencilla, con las pequeñas brechas por las que se filtra su entristecida devoción por lo humano.

Por último, ya sabéis que si queréis más lecturas y recomendaciones podéis seguirme en la siguiente dirección de Twitter: @PRADA_VAZQ

Thomas Bernhard: El origen

Los escritores exigentes siempre suelen dar buenos lectores. Y si además están como sumidos en un cabreo continuo, en cierta apatía, pueden agitar poderosamente el pensamiento de quien se enfrenta a (con) ellos. Thomas Bernhard (Heerlen, 1931 – Gmunden, 1989), en todo caso, es para mí uno de estos autores que azuza gravemente, para bien o para mal, al que lo lee. Sus Relatos autobiográficos (Anagrama, 2009) son la muestra esencial de sus obsesiones, de su estilo, de su exigencia como escritor. El primero de estos relatos, del único que voy a hablar aquí, es El origen. Una indicación (1975) en el que presenta su infancia y adolescencia, hasta que deja finalmente el instituto con quince años.

Foto: Google imágenes

                              Foto: Google imágenes

Toda ella, la infancia-adolescencia de Bernhard, está marcada por múltiples aversiones: la ciudad de Salzburgo, los ciudadanos de Salzburgo, la educación de Salzburgo, el nacionalsocialismo, especialmente en su versión salzburguesa, y por el catolicismo post-nacionalsocialista. Es curioso y determinante que divida el texto en dos partes que a la postre para él significan el mismo estancamiento, la misma mendacidad: Grünkranz, por un lado, El tío Franz, por otra. Él primero es el nombre del director del internado en el que vivía, un hombre que encarnaba las miserias y rectitud irreflexiva del espíritu hitleriano: el ejemplo de lo antinatural, del pensamiento y la moral que ahogaba y mataba lo auténtico de cada ser. Durante la guerra, en este periodo, alternaría las horas entre los refugios antiaéreos, sus clases de violín en una habitación llena de zapatos y su ansiedad por quitarse de en medio, a través del suicidio.

»La época de aprender y de estudiar es, principalmente, una época de pensar en el suicidio, y quien lo niega, lo ha olvidado todo»

El tío Franz representa la misma corrupción del alma pero desde la esfera de la religión: Bernhard describe lo poco que varió su vida de una disciplina a otra por aquel entonces, en la que la imagen de Hitler se cambiaba por una cruz y los himnos nazis se suprimían por oraciones y cantos piadosos. Aquí, en el instituto ya, sufre lo mismo que antes pero de una forma menos agónica, aunque siempre abundando en lo humillado y ofendido que se sentía en el día a día. Analiza con severidad a los profesores, a los alumnos y a la sociedad, pues encuentra en el microcosmos del sistema educativo un símil a menor escala de ésta, en el que hay que buscar víctimas y denigrarlas: Bernhard recuerda a un niño tullido, hijo de un arquitecto, y a un feo y ridículo profesor de geografía como los blancos paradigmáticos del escarnio público. Tal es la forma en la que la sociedad funciona también. Toda una exhibición pesimismo y concienciación.

Por tanto, cualquier persona que esté sumida en el hartazgo de nuestro mundo, de sus corrupciones e ideales falsos, va a encontrar en Bernhard un impulso para seguir desanimado, pero eso sí, de una forma más sutil, quizá acerada y sincera también. Hay que leer a Bernhard.

Por último, ya sabéis que si queréis más lecturas y recomendaciones podéis seguirme en la siguiente dirección de Twitter: @PRADA_VAZQ

Rafael Alberti: Sobre los ángeles

Si hay algún libro de poesía que me haya causado un profundo sobrecogimiento, es Sobre los ángeles, de Rafael Alberti (Puerto de Santa María, Cádiz, 1902 – 1999). Escrito y publicado a finales de la década de 1920, está cargado de una oscuridad y soledad que impacta por las imágenes, por el lenguaje que utiliza Alberti para expresarlas. El velo onírico que cubre los poemas acerca al lector a la inestabilidad y desequilibrio espiritual que acompañaba al poeta cuando los escribió, y es por ello que uno puedo sentirse muy cercano a su estado de ánimo, a pesar de lo inverosímil y el entorno casi mitológico que evoca el libro. Unos ejemplos dará cuenta de lo que quiero decir.

El ángel de arena.

Seriamente, en tus ojos era la mar dos niños que me espiaban,
temerosos de lazos y palabras duras.
Dos niños de la noche, terribles, expulsados del cielo,
cuya infancia era un robo de barcos y un crimen de soles y de
  lunas.

Duérmete. Ciérralos.

Vi que el mar verdadero era un muchacho que saltaba
   desnudo
invitándome a un plato de estrellas y a un reposo de algas.
¡Sí, sí! Ya mi vida iba a ser, ya lo era, litoral desprendido.
Pero tú, despertando, me hundiste en tus ojos.

Podría incluir cualquier otro poema. Incluirlos todos también, pero supongo que hacerlo me traería problemas legales, así que lo evitaré. Lo importante es reconocer que este libro es un pieza extraña, pesimista, pero sobre todo un poemario que nadie debería obviar si está interesado en la poesía, en la belleza oscura. Así que si alguien está pensando en leer algo bueno en los próximos días/semanas y no sabe el qué, Sobre los ángeles es la gran opción.

El ángel rabioso

Son puertas de sangre,
milenios de odios,
lluvias de rencores, mares.

¿Qué te hice, dime,
para que los saltes?
¿Para que con tu agrio aliento
me incendies todos mis ángeles?

Hachas y relámpagos
de poco me valen.
Noches armadas, ni vientos
leales.

Rompes y me asaltas.
Cautivo me traes
a tu luz, que no es la mía,
para tornearme.

A tu luz agria, tan agria,
que no muerde nadie.