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Impresiones literarias

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Dylan Thomas: Hacia el comienzo

No sabría cómo expresar de forma acertada mi admiración por Dylan Thomas (Swansea, 1914-Nueva York, 1953). Y, más aún, por la prosa de Dylan Thomas. Conocido esencialmente como poeta, existe un absoluto desdén, una absoluta desatención por sus cuentos, por sus relatos, por su apuesta narrativa. Sin duda es totalmente comprensible que su poesía haga las veces de núcleo y carta de presentación, una carta de presentación más que ilustrativa de su valía, pero esto no debería entorpecer la aproximación al conjunto de relatos que escribió Dylan Thomas a lo largo de su vida, y que aparecen recogidos en distintos tomos por Mondadori —o si no en un solo titulado Relatos completos (DeBolsillo, 2003)—:  editado en 1998, Hacia el comienzo es el primero de ellos y del que he venido yo aquí a decir unas palabras.

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                                        Dylan Thomas

Lo más fascinante de los cuentos recogidos en este volumen, es la extraordinaria simbiosis que se produce entre la prosa y su pura narratividad y la acentuada presión lírica de las imágenes y el vocabulario que utiliza Dylan Thomas. Todos los textos están barnizados por una atmósfera onírica en la se desarrollan historias que beben y presentan, a veces de forma sustancial y otras como un tenue destello, temas bíblicos y folclóricos de su país: un fuerte simbolismo recorre con fuerza todos los relatos, del primero de ellos al último. Pero no se trata de simples y eruditas referencias a estos ámbitos, sino muy al contrario, del resultado del ejercicio artístico del galés, que resulta, todo él, tan personal como distante. La muerte, el dolor, la soledad, el amor e incluso un cierto absurdo son los temas principales. Hay niños, ancianos, jóvenes, que son asesinos, vagabundos o desorientados místicos.

La anciana del piso de arriba estaba muriéndose desde que Helen alcanzaba a recordar. Estaba tendida en las sábanas, como una mujer de cera, desde que Helen era una niña que acudía a la casa con su madre para llevar fruta recién cogida y verdura fresca a la moribunda. Ahora, Helen era un mujer hecha y derecha, con su delantal y su vestido estampado; llevaba el cabello recogida en un moño en la nunca.Se levantaba todas las mañanas con los primeros rayos del sol, encendía el fuego en el hogar, dejaba entrar al gato de ojos rojos.
(La historia verdadera)

Son un total de veinte cuentos que destilan un extraordinario magnetismo. Hay libros que están hechos para auténticos lectores, para aquellos que no se conforman con un argumento, con una historia que va y viene sorprendiéndonos en ciertos puntos: este libro es uno de ellos. Dylan Thomas es un escritor que si es capaz de entrar en ti, ya nunca va a salir de tu cabeza. Lo más probable es que lo leas y releas siempre maravillado, maravillada, porque sus páginas no dejan de ser extensiones cargadas de riquezas. Ya lo dije al principio: No sabría cómo expresar de forma acertada mi admiración por Dylan Thomas. Y lo sigo diciendo. No sé cómo hacerlo.

Por último, ya sabéis que si queréis más lecturas y recomendaciones podéis seguirme en la siguiente dirección de Twitter: @PRADA_VAZQ

Lobo Antunes: El archipiélago del insomnio

No creo en los premios literarios, pero si pudiese le daría el Nobel un par de años seguidos a António Lobo Antunes (Lisboa, 1942), pues representa, al menos para mí, la sinceridad literaria en estado puro. Es un escritor que simplemente escribe, al que no le interesa la historia que está contando, que es únicamente un pretexto para que las palabras puedan aspirar a algo anterior al lenguaje: a la expresión de las emociones derivadas de la propia vida, por las que pasamos una y otra vez en nuestro día a día. Esta tarea es imponente. Pero me parece que llega a sus aspiraciones, que está más cerca que nadie de lo que yo exijo a una obra de arte. Me explicaré.

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      António Lobo Antunes (Google imágenes)

Leer a Lobo Antunes, del que ya había escrito en otra ocasión aquí, es saber que tienes que aceptarlo como te viene, que tienes que entrar en su atemporal mundo y que si te quedas fuera de él no habrá posibilidad de disfrutarlo, de vivirlo. Sus novelas (el no aceptaría seguramente este término) son una prueba de fuego para el lector. Te da un puzzle al que le faltan muchas piezas y tú, como invitado al juego, tienes que fabricar las que faltan. Si no estás dispuesto a esto, a renunciar a la comodidad lectora a la que estamos habituados, no es posible hacer nada. Y El archipiélago del insomnio (Mondadori, 2010) es un ejemplo más de estas ideas que estoy exponiendo. La historia de tres generaciones de una familia acomodada portuguesa, dos niños, criadas, un burro, unas gallinas, un pozo, un pueblo, un cementerio, un bosque, etc. La magia está en sus posibilidades, en sus imágenes crudas, poéticas.

»¿De dónde me vendrá la impresión de que a la casa, aunque está igual, le falta casi todo? Las habitaciones son las mismas con los mismos muebles y los mismos cuadros y no obstante no era así, no era esto, fotografías antiguas en lugar de mi madre, de mi padre, de las criadas de la cocina, y de la tos de mi abuelo rigiendo el mundo, no su presencia, no órdenes, la tos, un pañuelo le salía del bolsillo y le desordenaba el bigote, mi padre sujetaba el caballo a la argolla y después solo el rumor de la hierba que sí se mantiene…»

António Lobo Antunes es literatura, y el lector que de verdad lo es sentirá que no pierde el tiempo con ninguno de sus escritos. Él da unas normas, si uno quiere las acepta, si no, mejor dedicarse a otros libros, a otros autores. ¿He dicho ya lo mucho que admiro a Lobo Antunes? Seguramente lo vuelva a decir pronto.