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Vila-Matas: Historia abreviada de la literatura portátil

Puestos a hablar de escritores singulares, Enrique Vila-Matas (Barcelona, 1948) encaja perfectamente en esta categoría. Su obra tiene la peculiaridad de ser muy personal: esto significa que va por libre, que es reconocible en unas cuantas frases y que además no se olvida del compromiso con la literatura. Una de las mejores formas de entrar en contacto con su producción, si no se ha hecho ya, es su libro Historia abreviada de la literatura portátil (Anagrama, 1985).

Foto: Jordi Socías (Google imágenes)

Foto: Jordi Socías (Google imágenes)

Este pequeño libro de apenas 120 páginas es una investigación, una indagación en una delirante conspiración shandy: una sociedad secreta de artistas que estuvo activa de 1924 a 1927 y cuya característica principal era que cada uno de sus miembros tuviese una obra portátil, que pudiese trasladarse fácilmente de un lado a otro en un maletín, y que fuesen, además, perfectas máquinas solteras. Nombres reconocibles desfilan por el texto de Vila-Matas, como Duchamp, Walter Benjamin, Rigaut, Scott Fitzgerald, Pola Negri o Georgia O’Keefe, por citar únicamente algunos de ellos. Otra de las peculiaridades de este conciliábulo era su itinerancia, pues se reunían en distintos lugares, desde Praga a Trieste, Sevilla o París.

»A finales del invierno de 1924, sobre el peñasco en que Nietzsche había tenido la intuición del eterno retorno, el escritor ruso Andrei Biely sufrió una crisis nerviosa al experimentar el ascenso irremediable de las lavas del superconsciente. Aquel mismo día y a la misma hora, a no mucha distancia de allí, el músico Edgar Varese caía repentinamente del caballo cuando, parodiando a Apollinaire, simulaba que se preparaba para ir a la guerra.»

La obra está repleta de anécdotas, de situaciones expresadas con aparente objetividad ensayística: es una historia ilusoria de una pequeña parcela de la literatura, acotada por el mismo autor, en una ensoñación rigurosa de la realidad. En definitiva, un libro para leer sin excusas por su fantasía, calidad y amenidad.

Juan Marsé: Siempre pertrechado para irse al infierno

Juan Marsé (Barcelona, 1933) tiene otro ámbito como escritor menos explorado por el lector, apenas conocido para lo interesante que resulta. Todo el mundo conoce de oídas o ha leído alguna de sus novelas, Encerrados con un solo juguete (1960), Últimas tardes con Teresa (1966), La oscura historia de la prima Montse (1970) o El embrujo de Shanghai (1993) por citar algunas. Pero el Marsé cuentista es un gran Marsé.

Foto: Google imágenes

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Cuentos completos (Espasa Calpé, 2002) es la recopilación de los trabajos de Marsé como escritor de relatos. Incluye, tras una interesante introducción de más de cien páginas a cargo de Enrique Turpin, que contextualiza su obra y su vida, los textos aparecidos en el volumen de Teniente Bravo (1987) que incluyen los cuentos Historia de detectives, El fantasma del cine Roxy, Teniente Bravo y Noches de Bocaccio, y además otros cuentos que estaban dispersos, como La mayor parte del día, Plataforma posterior, Nada para morir, La calle del dragón dormido, Parabellum, El pacto, La liga roja en el muslo moreno, El jorobado de la sagrada familia y El caso del escritor desleído, todos escritos entre 1963 y 1994. Y la pregunta es, ¿qué hay de interés en estos cuentos?

»En los días luminosos y en la zona alta de la ciudad, desde esta calle que se encabrita en la colina como si quisiera mirarse en el Mediterráneo, la vista alcanza muy lejos mar adentro y el corazón se engaña: el barrio dormita al sol y es una atalaya sobre un sueño que no acaba de discurrir.»  (Historia de detectives)

Todos están cargados de ritmo, de riqueza expresiva, altamente eficaz, que ayuda a dotar de verosimilitud a sus historias. Barcelona está presente cómo no. Es capaz de generar imágenes que se presenta en la retina con una nitidez pasmosa, al igual que sucede con su producción novelística. Hay humor en ellos pero también insatisfacción y tristeza, tensión. Para estos tiempos en los que cada vez se lee menos, generalmente por falta de tiempo, estos cuentos pueden ser la opción perfecta para disfrutar de la lectura.

Únicamente espero que Marsé tarde mucho en irse al infierno, a pesar de estar siempre pertrechado para hacerlo en cualquier momento, como escribía él en Señoras y señores (Tusquets, 1988) en un Autorretrato.