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Impresiones literarias

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Hartmut Lange: El concierto de los pavos reales

Si hay algo que me alegra mucho (qué simple es uno) es descubrir por mí mismo escritores o escritoras que de alguna forma están ya perdidos en las librerías de viejo, entre polvo y sombras de estanterías. Hace algo más de un año, por ejemplo, me sucedió con el polaco Tadeusz Konwicki: saqué un pequeño libro de entre un montón, leí las primeras páginas, aposté por él y salí ganando. Aunque esto no siempre es así, claro, siempre hay derrotas. Pero no pasa nada, porque lo importante es arriesgarse con literaturas lejanas, con nombres desconocidos, por muy descatalogados que estén, y si se da la casualidad y sale mal pues se baraja de nuevo y punto.

Hoy quiero hablar del caso de Hartmut Lange (Berlín, 1937), que fue como el de Konwicki: en esta ocasión vi un par de libros suyos, bastante separados entre sí, y tras leer algunas páginas, y no sabiendo por cuál decidirme, opté por comprarme los dos, que estamos en fiestas y hay que tirar la casita por la ventana (matiz: nunca en mi vida me había comprado dos libros a la vez de un autor que nunca había leído. Segundo matiz: es una locura que no creo vuelva a hacer por muy bien que me haya salido en esta ocasión).

hartmut_lange Renate v. Mangoldt

                          Hartmut Lange (Renate v. Mangoldt)

Aunque este post se llama El concierto de los pavos reales, no responde en realidad al título de ninguno de sus libros, y es simplemente una mezcla de los dos con los que me hice: El concierto y La isla de los pavos reales (sin duda soy un tipo muy original). Ahora bien, ¿quién es Hartmut Lange? ¿Me había topado alguna vez con él y no lo recordaba? Según dicen escuetamente las solapillas de los libros nació en Berlín en 1937 y estudió arte dramático en la Academia de Cinematografía de Ballbelsberg. Poco más. Un último apunte antes de entrar al meollo: sólo se han publicado para el mundo hispánico El concierto (Seix Barral, 1987), La isla de los pavos reales (Seix Barral, 1988), Viaje a Trieste (Editorial Juventud, 1991) y Otra forma de la felicidad (Acantilado, 2001).

De los dos libros, sin duda el más interesante por el tema que aborda es El concierto. Para afirmar esto me baso en dos cosas. La primera es que es una narración que muestra la vida que hacen unos muertos en Berlín, unos muertos supliciados por el nazismo; la segunda es que éstos conviven de una forma inquietante con sus verdugos. La novela de apenas cien páginas presenta unos personajes fascinantes: desde el anciano pintor Max Liebermann, pasando por frau Altenschul, señora acomodada y popular, el sarcástico y maldito escritor Schulze-Bethman, y sobre todo la figura en torno a la que orbita este mundo de espectros, el pianista Lewanski, joven virtuoso que murió demasiado pronto.

Quien entre los muertos de Berlín tenía categoría y nombre, quien estaba harto de mezclarse con los vivos, quien tenía en mucha estima el recuerdo de aquellos años que vivió en el tiempo procuraba tarde o temprano ser invitado al salón de frau Altenschul; y como se conocía el estrecho vínculo que unía a la elegante y frágil dama judía, tan amante de las cosas bellas, con el famoso Max Liebermann, escribían a las señas de aquella villa de Wannsee donde se daba por sentada la presencia del pintor.

No desgranaré el argumento. Pero la pregunta es clara ¿puede la música, el arte, hacer vibrar a los muertos de tal forma que los sitúe de nuevo en algo parecido a la vida?  Muchas más preguntas surgirán de esta lectura, muchas.

En La isla de los pavos reales, Lange presenta una inquietante narración de corte intimista, cargada de extrañas relaciones entre los personajes y de cierta extrañeza: Achternach se ha suicidado, vivía con su suegro, el señor Fehrenmark, y con su esposa, la delicada (extraña, sobria, ausente, loca) Gerda. Merten, antiguo amigo de la pareja visita la casa por no haber podido asistir al entierro. Poco a poco, el médico Merten va descubriendo que siente interés por Gerda y comienza una extraña relación. Entra en contacto con los viejos papeles de Achternach y… La relación padre-hija-Merten se puebla de luces, de sombras, de claroscuros. Una novela corta, como la anterior, que ventilé en una noche.

Merten escuchaba, y mientras ella rememoraba le miraba las manos, que ella movía con ademanes sobrios, ¡y los ojos! Sí, ahora tenía otra vez aquella expresión a la que Merten nunca había podido resistirse. Gerda no era precisamente hermosa, demasiado alta, cuánto, no lo decía, y tampoco podía considerársela delgada.

A ratos me dio la sensación de que estaba leyendo algún texto de corte gótico, de novela de fantasmas, y me agradó bastante. Me gustan esas historias de Machen, M. R. James, Wells, etc., en las que la realidad se impregna de silencios, de melancolías, de posibilidades. Y creo que algo de esto subyace en estos dos textos de Lange y en las cinco pequeñas narraciones que complementan el volumen de El concierto. Un gran descubrimiento que más adelante, cuando seguro lo relea, veré si se mantiene firme, estable, y me agrada tal y como lo hecho.

Guy de Maupassant: En las entrañas del desequilibrio

Guy de Maupassant (Dieppe, 1850 – París, 1893) es uno de los escritores que más me entusiasmó desde que lo leyese por primera vez. Probablemente tuviese yo dieciséis años, puede que incluso menos: encontré un cuento suyo en una antología de relatos fantásticos que aún conservo, y que incluía a otros grandes autores del género como Poe, W.W. Jacobs, M.R. James, H.G. Wells y Arthur Machen (otro de mis favoritos), titulado ¿Quién sabe? (1890). Era una historia que me pareció muy sugestiva, que dejaba entrever, como compré después informándome sobre los avatares de su vida, el proceso de locura en el que ya estaba sumido, donde la manía persecutoria consume al protagonista solitario, un protagonista que se siente amenazado por el entorno inanimado también. Fue éste, además, el último relato que escribió.

Foto: Félix Nada (Google imágenes)

          Foto: Félix Nadar

Aparte este cuento, una buena introducción a su literatura es El Horla y otros cuentos de crueldad y delirio (Valdemar, 2006). Incluye quince cuentos y las dos versiones de El Horla (1886, 1887) que realizó el autor. Es uno de sus textos más conocidos y que resulta especialmente interesante si se lee comparativamente cada versión. Por otro lado destacan otros textos como Un parricida (1882), La tumba (1884) o Mademoiselle Cocotte (1884). Todos los cuentos están cargados de locura y extrañeza en ambientes de corte realista. Los personajes deliran sumergidos en la locura pues son el resultado del terror y el miedo que se apoderaba del alma de Maupassant en sus últimos años: transvasó los terrores de su enfermedad y los convirtió en materia literaria.

»Íbamos a salir del manicomio cuando en un rincón del patio vi a un hombre alto y delgado que obstinadamente hacía el simulacro de llamar a un imaginario perro.» (Inicio de Mademoiselle Cocotte)

La realidad es que Maupassant es uno de los escritores de cuentos más importantes de la literatura francesa y uno de los cuentistas más libres en tanto en cuanto no se atiene a corrientes o tradiciones más o menos claras: quiere fijar su delirio en las cosas, consiguiéndolo. Lectura inexcusable, por tanto, para pasar un rato en las entrañas del desequilibrio.