Milan Kundera: El libro de la risa y el olvido

por Alejandro Prada Vázquez

En el número 15 de la revista Quimera (enero de 1982) aparece una entrevista realizada por Philip Roth a Milan Kundera (Brno, 1929). En ella, el escritor norteamericano se refiere a un pasaje de El libro de la risa y el olvido (Tusquets, 2013) en el que Kundera compara la risa de los ángeles con la del diablo: unos se ríen porque en el mundo de Dios todas las cosas tiene significado y, por el contrario, el diablo se ríe porque nada lo tiene. El escritor checo responde de la siguiente manera a este mención: «Sí, el hombre usa la misma manifestación fisiológica, la risa, para expresar dos actitudes metafísicas diferentes. Dos amantes corren por un prado, cogidos de la mano, riendo. Su risa no tiene nada que ver con los chistes o el humor, es la risa seria de los ángeles expresando su alegría de vivir. Los dos tipos de risa forman parte de los placeres de la vida pero cuando la risa se lleva al exceso también denota un apocalipsis dual: la risa entusiasta de ángeles fanáticos, tan convencidos de su concepción del mundo que están dispuestos a colgar a cualquiera que no comparta su alegría. Y la otra risa, que nos llega desde el lado opuesto, y que proclama que nada tiene sentido, que incluso los funerales son ridículos y el sexo en grupo una mera pantomima cómica. La vida humana está limitada por dos abismos: el fanatismo de un lado y el absoluto escepticismo del otro.»

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De alguna forma, la esencia misma del libro está concentrada en esta respuesta. El libro de la risa y el olvido es, más que una novela al uso, una típica aproximación creativa de Kundera, a través de distintas historias, a unos mismos temas que se van ramificando: el fanatismo y el escepticismo de las emociones en lo cotidiano están en su centro. Por supuesto no se trata de un ensayo, Kundera no va a hablar directamente sobre estos asuntos. Lo hará refiriendo, en una suerte de variaciones, temas políticos, literarios, amatorios y sexuales: en fin, los puntos clave de su producción literaria. Aunque a estos es necesario sumarles otra línea cordial esencial aquí. La memoria y su recuperación es aquí un asunto capital. Por un lado está la historia de Tamina, una joven viuda que intenta recuperar desde el exilio sus diarios con la intención de superar el olvido en el que se va disolviendo su pasado. Para conseguirlo intentará contar con la colaboración de algunos amigos, de su familia. Al igual que Tamina, durante las siete partes de las que consta el libro, otros personajes deberán surcar los límites de ellos mismos para conquistar algún tipo de certezas sobre la vida (que es memoria y olvido) propia y ajena, pública y privada.

Estamos en 1971 y Mirek dice: La lucha del hombre contra el poder es la lucha de la memoria contra el olvido. Quiere justificar así lo que sus amigos llaman imprudencia: lleva cuidadosamente su diario, guarda la correspondencia, toma notas de todas las reuniones en las que analizan la situación y discuten sobre lo que se puede hacer. Les explica: No hago nada que esté en contra de la Constitución. Esconderse y sentirse culpable sería el comienzo de la derrota.

No es, sin duda, el libro más excepcional de Kundera, pero para mi siempre es un placer leerlo: a diferencia de lo que le pasa a mucha gente (según se puede comprobar atendiendo a algunas reseñas y comentarios de los muchos que hay en Internet), nunca salgo decepcionado de un libro suyo: el que compra uno de sus libros habiendo leído algo de él con anterioridad sabe lo que se va a encontrar. Y yo lo que encuentro es una voz propia, un esfuerzo por cultivar hasta el final la propia esencia. Eso es un gran logro. Kundera es un gran logro en sí mismo. Hay que leer a Kundera.

Por último, ya sabéis que si queréis más lecturas y recomendaciones podéis seguirme en la siguiente dirección de Twitter: @PRADA_VAZQ