Lobo Antunes: El archipiélago del insomnio

No creo en los premios literarios, pero si pudiese le daría el Nobel un par de años seguidos a António Lobo Antunes (Lisboa, 1942), pues representa, al menos para mí, la sinceridad literaria en estado puro. Es un escritor que simplemente escribe, al que no le interesa la historia que está contando, que es únicamente un pretexto para que las palabras puedan aspirar a algo anterior al lenguaje: a la expresión de las emociones derivadas de la propia vida, por las que pasamos una y otra vez en nuestro día a día. Esta tarea es imponente. Pero me parece que llega a sus aspiraciones, que está más cerca que nadie de lo que yo exijo a una obra de arte. Me explicaré.

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      António Lobo Antunes (Google imágenes)

Leer a Lobo Antunes, del que ya había escrito en otra ocasión aquí, es saber que tienes que aceptarlo como te viene, que tienes que entrar en su atemporal mundo y que si te quedas fuera de él no habrá posibilidad de disfrutarlo, de vivirlo. Sus novelas (el no aceptaría seguramente este término) son una prueba de fuego para el lector. Te da un puzzle al que le faltan muchas piezas y tú, como invitado al juego, tienes que fabricar las que faltan. Si no estás dispuesto a esto, a renunciar a la comodidad lectora a la que estamos habituados, no es posible hacer nada. Y El archipiélago del insomnio (Mondadori, 2010) es un ejemplo más de estas ideas que estoy exponiendo. La historia de tres generaciones de una familia acomodada portuguesa, dos niños, criadas, un burro, unas gallinas, un pozo, un pueblo, un cementerio, un bosque, etc. La magia está en sus posibilidades, en sus imágenes crudas, poéticas.

»¿De dónde me vendrá la impresión de que a la casa, aunque está igual, le falta casi todo? Las habitaciones son las mismas con los mismos muebles y los mismos cuadros y no obstante no era así, no era esto, fotografías antiguas en lugar de mi madre, de mi padre, de las criadas de la cocina, y de la tos de mi abuelo rigiendo el mundo, no su presencia, no órdenes, la tos, un pañuelo le salía del bolsillo y le desordenaba el bigote, mi padre sujetaba el caballo a la argolla y después solo el rumor de la hierba que sí se mantiene…»

António Lobo Antunes es literatura, y el lector que de verdad lo es sentirá que no pierde el tiempo con ninguno de sus escritos. Él da unas normas, si uno quiere las acepta, si no, mejor dedicarse a otros libros, a otros autores. ¿He dicho ya lo mucho que admiro a Lobo Antunes? Seguramente lo vuelva a decir pronto.