Dejemos hablar al viento

Impresiones literarias

Mes: julio, 2015

Rüdiger Safranski: El mal o el drama de la libertad

Ahora que hace calor y lo último que apetece es moverse físicamente demasiado, nada mejor que hacer sudar un poco el intelecto de cada uno y cada una leyendo a Rüdiger Safranski (Rottweil, Alemania, 1945), prolífico ensayista y filósofo alemán, miembro de la Academia alemana de Lengua y Poesía, agregado del PEN Club, que además fue moderador, junto a Peter Sloterdijk, del programa de televisión germano, emitido hasta 2012, Philosophische quartett. ¿Algo más sobre él? Tiene el premio Friedrich Nietzsche de filosofía (el que, por cierto, también posee un filósofo español, Eugenio Trías, del que ya he hablado alguna vez aquí) y ha publicado interesantes biografias sobre Schiller, Schopenhauer, Heidegger, Nietzsche o Goethe; vamos, de unos intereses muy telúricos.

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Rüdiger Safranski (Patrick Seeger/Google imágenes)

En realidad no se va a sudar mucho con este libro, El mal o el drama de la libertad (Tusquets, 2005), porque no presenta filosofía para filósofos, para amantes de las cuestiones más técnicas y oscuras que competen a ese ámbito del saber en su forma especializada. Safranski se plantea, de forma creativa y divulgativa, una pregunta básica desde la que se derivan otras: ¿Qué es el mal? ¿Dónde tiene su origen? ¿Qué implica la existencia de la idea del mal? ¿Qué conlleva ser libre? Este ensayo presenta un recorrido histórico, a caballo entre la literatura/arte y el pensamiento filosófico, y para ello se acerca al concepto de mal desde la perspectiva religiosa (los mitos griegos y egipcios, así como los cristianos), pero también desde la ideológica en tanto que política. Así, hablará de Caín, San Agustín, Schelling, Sócrates, Kant, Baudelaire, Camus, kafka, Goethe, Sartre o Hitler para poner sobre la mesa las posibilidades que se derivan de que el hombre haya optado por buscar la libertad, por tener la posibilidad de elegir, de fallar; en suma: de haber desarrollado una conciencia que se enfrenta a múltiples disyuntivas.

»No hace falta recurrir al diablo para entender el mal. El mal pertenece al drama de la libertad humana. Es el precio de la libertad. El hombre no se reduce al nivel de la naturaleza, es el animal no fijado, usando una expresión de Nietzsche. La conciencia hace que el hombre se precipite en el tiempo: en un pasado opresivo; en un presente huidizo; en un futuro que puede convertirse en bastidor amenazante y capaz de despertar la preocupación. Todo sería más sencillo si la conciencia fuese ser consciente.»

El mal no precisa de teologías, sino que es más bien un producto proyectado por el hecho mismo de tener la posibilidad de decir »no», de arriesgarse a tomar decisiones. La libertad humana es enigmática, dice, y por tanto, hay que confiar de alguna forma en uno mismo y en el mundo, a pesar de que éste parece enmascarar con libertad lo que en realidad no lo es. ¿Qué mejor que divagar sobre el mal y las consecuencias de la libertad relajado o relajada en una playa o en una piscina bulliciosa, en un monte o un lago tranquilo, mientras el mundo gira con el tedio de siempre? Bueno, igual cualquier otra cosa.

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Alejo Carpentier: El arpa y la sombra

El arpa y la sombra fue la última novela del escritor cubano Alejo Carpentier (Lausana, 1904 – París, 1980), publicada por primera vez en México en el año 1978. En este libro ofrece una interesante variación sobre un tema de gran importancia, por el alcance y la mitología que comporta, y que a nadie le puede pasar inadvertido: la figura de Cristobal Colón es sometida a la imaginación y literatura de Carpentier, ofreciendo al lector una visión renovada, y acaso más probable en términos psicológicos, del Descubridor genovés. La idea de este escrito tiene su origen en tres causas fundamentales que el propio Carpentier señala: la primera es que en 1937 él mismo había realizado una versión radiofónica de una obra de Paul Claudel titulada El libro de Cristobal Colón (1933), que le resultó demasiado excesiva en elogios y exaltaciones; la segunda fue otro libro, en este caso de León Bloy, en el que pedía la canonización del marino italiano (equiparándolo a Moisés y San Pedro); la tercera, el intento de beatificación por parte de los papas Pío IX y León XIII, petición esta que fue finalmente rechazada.

Alejo Carpentier (Google imágenes)

             Alejo Carpentier (Google imágenes)

La novela está dividida en tres partes: el arpa, la mano y la sombra. La primera y la última atañen a aspectos relacionados con los intentos de beatificación realizados por los papas ya mencionados. En La mano, probablemente el texto más interesante, conduce al lector al centro de la mente de Cristobal Colón, a la recapitulación que hace, en trance de muerte, mientras espera la llegada de un clérigo franciscano para su postrera confesión. Piensa en la gestación de su Gran Viaje y todo lo que hubo de hacer para conseguirlo, en sus ansias de alcanzar la gloria cueste lo que cueste, en verse como el Ensanchador del mundo. Es una confesión previa que nos brinda a los lectores, pues nos da cuenta de lo que dirá o no dirá al confesor expresando sus ideas más oscuras, las motivaciones de sus acciones, su fluctuante moral que se valdrá de cualquier ardid para conseguir sus propósitos. Transitaremos por los momentos más relevantes de su vida guiados por él mismo.

»Broncas, mugientes, tenidas en larga nota caída de la cofa, casi lúgubres, suenan las trompas de la nave que boga despacio, en tal cendal de neblina que del castillo de popa no se le divisa la proa. El mar, en derredor, parece un lago de agua plomiza cuyas quietas olas se dibujan en diminutas crestas que ablandan el filo sin nervarse de espumas.»

Lo interesante que ya resulta el tema del descubrimiento (un término polémico, sin duda, en este contexto) de América, se ve aquí enriquecido por el lenguaje preciosista, poético y evocador que despliega Carpentier, así como por su firmeza documental. Se asiste en definitiva a una variación de la figura de Colón que, si bien es imaginativa y literaria en términos psicológicos como ya he dicho, es muy estimulante por obrar de una forma que siempre me ha parecido necesaria: destruyendo las persona-mito, las visiones exaltadas de hombres y mujeres que, habiendo hechas cosas importantes y elogiables, sin duda, no por ello dejaron o dejan de tener sus  largas sombras.

 

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William Faulkner: Sartoris

Cuando alguien piensa en Faulkner (New Albany, Misisipi, 1897 – Oxford, Misisipi, 1962) probablemente le vengan a la cabeza el whisky y su pipa, pero sobre todo sus novelas más comentadas y leídas: El ruido y la furia, Luz de agosto, Mientras agonizo, Las palmeras salvajes o Santuario. Y esto es normal pues son grandes obras. Por eso hoy, que se cumplen cincuenta y tres años de su muerte, voy a variar la tendencia y no voy a comentar ninguno de estos títulos, pues quizá sea más interesante poner sobre la mesa algo menos conocido. Como Sartoris (1929), novela de la que él mismo decía que albergaba el germen de toda su actitud: »con Sartoris descubrí que mi territorio natal, no mayor que un sello en el mapa, era un tema digno de ser tratado, y que yo nunca viviría el tiempo necesario para agotarlo».

William Faulkner (Google imágenes)

    William Faulkner (Google imágenes)

En el sur de los Estados Unidos, en la ciudad de Jefferson, habitan varias generaciones de la familia Sartoris, una familia con problemas de comunicación, de adaptación a los nuevos tiempos, a las nuevas ideas progresistas con respecto a la superación del mundo aristocrático y racista que les es/era propio, también en relación con la tecnología, la aparición y difusión del automóvil, etc., tras la Gran Guerra. Faulkner pone la lupa sobre los distintos miembros de la estirpe Sartoris, nos introduce en sus obsesiones, en sus anhelos, en sus tristezas. Pero además acerca al lector los puntos de vista de otros personajes que tiene relación directa con la familia: la joven Narcissa recibe cartas de amor de un desconocido; el criado Caspey persigue su emancipación de la servidumbre tras la guerra; el viejo y gordo Peabody, médico rural de la vieja escuela; entre otros muchos que enriquecen y redondean la trama coherentemente. Las historias, los episodios de vida que genera Faulkner se mezclan con esa calidad que es propia de sus textos: su estilo esforzado, las múltiples perspectivas, la impresionante facilidad con la que evoca imágenes nítidas y poéticas aparece ya aquí con toda su vitalidad.

»Como de costumbre, el viejo Falls había conseguido que John Sartoris estuviera con él en la habitación; una vez más había hecho tres millas a pie desde el asilo del condado, trayendo consigo, como una fragancia, como el olor a limpio de sus mono desteñido, cubierto de polvo, el espíritu del hombre muerto; y en la oficina de su hijo, los dos, el pobre de solemnidad y el banquero, conversaron de nuevo durante media hora, en compañía de aquel que había pasado del otro lado de la muerte y había regresado después.»

La lectura de esta obra es importante para todos aquellos que sientan interés por el trabajo de Faulkner. Sobre todo por la solidez que ya transmiten muchos pasajes: es como estar en la antesala de sus novelas de culto, que en este momento aún estaban por escribirse. Por último quizá sea provechoso señalar que Sartoris es el resultado de la reelaboración de una novela anterior suya, Banderas sobre el polvo, que sería finalmente publicada en 1973, más bien por intereses comerciales que por expreso deseo de un William Faulkner ya muerto.

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