Stephen King: Después
Qué alargada y popular es la sombra literaria de Stephen King (Maine, 1947). De vez en cuando acabo felizmente atrapado en ella, fascinado por su capacidad para el manejo del ritmo (lingüístico, verbal) de sus historias y la equilibrada tensión que genera cada pocas páginas, lo que hace que uno termine, como ya he dicho, atrapado en su ubicua sombra literaria. Desde luego, no son muchas las novelas que he leído de él, habida cuenta de lo extenso de su obra, pero sí que he disfrutado unas cuantas. Lo primero que leí de él fue una colección de relatos, Todo es eventual, en una edición que aún conservo de 2004; más adelante, mientras estudiaba la carrera, recuerdo haber leído algo de él, pero no soy capaz de atinar con el título ni la historia (no debió de engancharme); después cayó en mis manos uno de sus clásicos, Cementerio de animales, que tengo en edición en inglés de Hodder & Stoughton, un libro que me gustó bastante y leí en pocos días; tras este me decidí, poco tiempo después, por uno de sus más renombrados clásicos, It, también en edición de Hodder & Stoughton, y que, para mi sorpresa, era un volumen de más de 1300 páginas con una estructura más compleja de lo que también había supuesto.
Ahora bien, siempre que me voy de viaje, por muy corto que sea, tengo por costumbre llevarme un libro nuevo. Aunque ya esté leyendo alguno, y esté completamente metido en él, lo dejo de lado por unos días y me doy al placer de entrar en una librería (normalmente la librería Cervantes en Oviedo) y elijo un libro que no tenía previsto en mi horizonte de lecturas para los próximos meses. Y así fue que esta vez, antes de marchar a Bélgica por mi cumpleaños, me decidí por Later, novela publicada por Hard Case Crime en 2021, y, en España, por Plaza & Janés en traducción de José Óscar Hernández Sendín, también el mismo año. Lo compré, por un lado, por una razón maravillosamente superficial, y es que la portada de Hard Case Crime tenía unas vibraciones muy pulp, y, por otro, porque me apetecía leer alguna historia de tintes sobrenaturales. Y es que en esta novela nos encontramos con, Jamie Conklin, un niño normal y corriente que tiene una característica que lo hace, sin duda, muy peculiar, esto es, es capaz de ver y relacionarse con los muertos durante unos días tras la muerte de estos. ¿Recuerda esto a la película El sexto sentido, verdad? Puede, pero las similitudes terminan en esa premisa, ya que hay matices que plantea esta historia de una forma diametralmente opuesta, haciendo que esta aparente semejanza quede rápidamente desdibujada.
En esta novela Stephen King mezcla la trama policial (concretamente la corrupción policial) y la persecución de un huidizo terrorista con las virtudes del pequeño Conklin, que gracias a su “sexto sentido” puede ser de mucha utilidad para ayudar a una inspectora de policía que no parece muy devota de la ley y el orden. Jamie Conklin vive con su madre, una agente literaria de renombre que se ve sumida en los vaivenes de la crisis económica de 2008 y en sus años posteriores, por lo que, al menos durante un tiempo, tienen que ajustarse el cinturón y rebajar su calidad de vida. El hermano de su madre y tío del niño lleva unos años afectado de Alzheimer por lo que está postrado y no puede comunicarse. Así, un día, tras llegar de clase con su madre, se encuentra en el pasillo de su planta con un anciano y su mujer. Este hecho, que no tiene nada de sorprendente ni de especial, cambia su cariz cuando descubrimos (esto está en las primeras páginas, que nadie tema destripes aquí o más adelante) que la anciana está muerta. Este hecho da pie a que el narrador, el propio Jamie, despliegue y ofrezca las claves de su historia y nos cuente las peculiaridades de su don: ve a los muertos tal y como murieron, lo que supone encontrárselos por la calle con las señales de sus muertes: heridos, deshechos, serenos, agitados, etc. Esto, como cabe esperar, supone una experiencia aterradora para el niño, al que vemos crecer a los largo del libro.
Como ya he señalado, la trama se desarrolla bajo las coordenadas de la corrupción policial y la persecución de un terrorista, a lo que cabría añadir otras también estimulantes y que redondean la historia; por ejemplo, la posibilidad de que un escritor de éxito muerto, que, desde la tumba, sea capaz de ofrecer su última obra, nunca escrita, a sus lectores, gracias a la intervención de Jamie… Podría, como siempre me sucede cuando escribo sobre mis lecturas, extenderme más en cada una de las etapas de la historia, en los hechos narrados, etc., pero la verdad es que eso nunca me ha interesado (de hecho en este blog siempre me quedo corto para no excederme y revelar demasiado de las tramas), porque nunca he querido robarle al lector el asombro y el descubrimiento de lo que han concebido los escritores y escritoras a los que hago desfilar por aquí. Eso sí, diré por último que el final tiene un giro inesperado, sorprendente: ¿un rizo demasiado rizado? No lo sé. Pero, en fin, no es nuevo esto que voy a decir ahora, pero Stephen King es sinónimo de entretenimiento y literatura, buena literatura, por lo que se merece todo el respeto y consideración por parte de todos los lectores, pues parece que, muchas veces, para muchos exquisitos, su éxito lo relega de una baja y superficial concepción.
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