Nick Hornby: Alta fidelidad

por Alejandro Prada Vázquez

Reconozco que no había leído nada de Nick Hornby (Maidenhead, Inglaterra, 1957) hasta que un amigo me recomendó la lectura de Alta fidelidad (1995: Anagrama, 2007). Aunque ya me sonaba su nombre, el del autor, nunca había intentado hacerme con algo suyo para ver qué tal era. Esto me pasa, creo, porque se me van acumulando títulos de escritores más o menos »importantes», a lo que se debe unir cierta dosis de vagancia por mi parte por »estar al día». Porque esto de »estar al día» sólo está bien si te ganas la vida escribiendo sobre últimas tendencias literarias: si no es así lo mismo da estarlo que no. A no ser que sigas a algún escritor concreto y blah blah blah. Ya me estoy yendo. De Alta fidelidad iba a escribir.

Nick Hornby (Foto: Google imágenes)

                         Nick Hornby (Foto: Google imágenes)

Ya había visto la película, que la hay, con John Cusack como protagonista. Pero hacía tanto tiempo de ello que prácticamente no me acordaba de nada. Lo que agradecí bastante. La historia es muy simple, está narrada de forma muy accesible y es fantástica para pasar un rato agradable. Podría añadir también que si eres hombre y te gusta la música puede que te haga gracia, que te veas representado, casi caricaturizado. Pero en plan bien. Resulta que Rob tiene una tienda de discos, vinilos, donde vende la música que a él le gusta. En ella tiene a un par de amigos, uno haciendo cosas, el otro más bien comentando. Rob nos habla de sus novias, de sus rupturas con ellas. La narración nos sumerge en la última de ellas, una tal Laura, que se ha ido de casa porque su novio es algo así como un eterno adolescente embebido en trivialidades, en negarse a las responsabilidades que precisa la madurez. Entonces aparece una cantautora americana, Marie, con la que empieza una relación interesante hasta que su exnovia Laura entra de nuevo en escena. Vaya tela. Como la vida misma.

»Laura se va el lunes a primerísima hora, con un bolso de lona y una bolsa de plástico. Te inspira una total sobriedad, todo hay que decirlo, ver qué poca cosa se lleva esta mujer que adora sus cosas, sus teteras, sus libros, sus grabados, la pequeña escultura que se trajo de un viaje a la India; miro el bolso y pienso: joder, cuántas ganas tiene de dejar de vivir conmigo.»

Así las cosas, es imposible no reconocerse en las peculiaridades y circunstancias que rodean al protagonista, si es que te interesa la música (basta un poco), te han dejado alguna vez (¡ay!) y te parece imposible llegar a ser algún día algo así como un papá. En fin, un libro divertido y directo con el que desconectar entre risas del mundanal ruido.