Paul Auster: El libro de las ilusiones

por Alejandro Prada Vázquez

El pasado 30 de abril nos dejaba en su casa de Nueva York el escritor norteamericano Paul Auster. Lo hacía a causa de un cáncer de pulmón, rodeado de sus seres queridos y, tal y como relató su mujer, la escritora Siri Hustvedt, también arropado por muchos de los libros que componían su biblioteca personal. Lo cierto es que cuando hace unos meses cayó en mis manos su última novela, Baumgartner (Faber and Faber, 2023), tuve la sospecha de que aquella nueva publicación podía sugerir, a la vez, dos cosas opuestas, siendo como éramos ya todos conocedores de su enfermedad. La primera de estas era que, quizá, había alguna positiva posibilidad de que aquello se repitiese y de que, por ende, nuestro escritor se recuperaría para seguir con su labor; la segunda, que esa novela era más bien una forma de despedida, una última carta de amor a la literatura y a nosotros, sus lectores. Por desgracia, para todos los que hemos leído con verdadero interés y placer su obra, todo, finalmente, se torció, y esta última y triste suposición que intuía su muerte fue la que finalmente se vio cumplida.  

Por ello, desde una cierta nostalgia y con el objetivo de conmemorar su trabajo de una de las pocas formas en las que yo, al menos, puedo hacerlo, he decidido que a lo largo de lo que resta del presente año dedicaré algunas reseñas a varios de sus libros, con la idea esencial tanto de dar a (re)conocer su trabajo como de (re)encontrarme, yo mismo, con él. Y el primero de estos títulos, como se desprende de la cabecera de esta entrada, no es otro que el que corresponde a su novela El libro de las ilusiones(Anagrama, 2003), publicada originalmente hace veintidós años. Comienzo por este libro debido a dos hechos entrelazados y puramente coyunturales: años atrás, mientras estudiaba la carrera, pasé unas cuantas horas leyendo en la biblioteca de la facultad, en inglés y en días sucesivos, este volumen que, por una reciente casualidad, me encontré en las repletas estanterías de una librería de viejo, en la colección ya clásica de Panorama de Narrativas de Anagrama, por tan solo cuatro euros y en perfectas condiciones. Las tapas amarillas relucían, las hojas estaban impolutas y no había en ellas la menor marca de lápiz o bolígrafo, es decir, de subrayadora presencia humana. Ni una sola arruga surcaba su lomo, ni una sola esquina mostraba chafadas dobleces. Parecía un ejemplar completamente nuevo, listo para que yo fuese el primero en abrir sus páginas a pesar de encontrarse en aquella tienda de segunda mano que presupone siempre manoseos, manchas y quién sabe qué otras cosas más. Como es notorio, los lectores de Paul Auster tenemos una consciente o inconsciente filia por el azar y, mucho me temo, esta parecía una más de sus muchas e impredecibles intervenciones.  

El libro de las ilusiones, se sepa o no, es uno de los libros más curiosos de Paul Auster. Y la curiosidad estriba en varias características del mismo. Por un lado, tiene distintas partes en las que como lectores asistimos, más bien, a un ejercicio de crítica cinematográfica que a una narración literaria en sí misma; dicha crítica cinematográfica, por otro lado, se aplica a películas que nunca existieron pero que podemos ver, en tanto que las leemos, gracias a la minuciosidad descriptiva de Auster; además, una de las películas a las que hace referencia la novela, La vida interior de Martin Frost, sería posteriormente rodada y dirigida por el mismo Paul Auster y estrenada en 2007; un año antes de ese estreno, en 2006, Paul Auster publicaría un libro titulado Viajes por el Scriptorium, que es también el título de una de las películas que aparecen aquí atribuidas a un misterioso director y actor de cine mudo desparecido en enero de 1929, cuando su carrera estaba, más que despegando, estabilizándose ya en el firmamento.

Hector Mann es el nombre de este hombre que cultivó la comedia en el marco del cine silente y el cual hace las veces de centro de gravedad en torno al que se desarrolla la trama. Esta está centrada en la figura de David Zimmer, escritor y profesor universitario, que, de un día para otro, tiene que pasar por el trance de la pérdida de su familia en un accidente de avión: su mujer y sus dos hijos pierden la vida mientras que él, que no pudo tomar el mismo vuelo debido a las correcciones de algunos trabajos que tenía pendientes, tiene que continuar en el mundo sin ellos. Desde que se produce este trágico suceso, Zimmer se ve inmerso en una espiral de dolor, soledad y alcohol. Pasan los días y los meses y cada vez se siente menos capacitado para la vida y para las relaciones sociales, dedicando buena parte de su tiempo, también, a pensar en la posibilidad de acabar con su propia vida. Todo cambia para él cuando una noche, mientras ve un documental sobre cine, se descubre a sí mismo riendo (algo que no hacia desde que su familia vivía) al contemplar una escena de una película de Hector Mann. Pero ¿quién este actor/director del que nunca ha oído hablar, del que no tiene la menor constancia?

El profesor no tarda en descubrir que es muy poco lo que se conoce de la vida de este, apenas cuatro o cinco hitos biográficos que no parecen conducir a ninguna parte. Simplemente, cuando todo parecía que le iba bien, desapareció del mapa. Zimmer, intrigado en un comienzo por el cine de Hector Mann, decide entonces explorar su repertorio cinematográfico, visionar su películas y escribir sobre ellas. Descubre así que no solo están desperdigadas por distintas instituciones especializadas de Estados Unidos y Europa, sino que, recientemente, las copias originales de las distintas películas fueron enviadas anónimamente a estos lugares. Gracias al dinero que recibe del seguro por el accidente de avión, decide embarcarse en la tarea de verlas todas. De aquí nace un libro titulado El silencioso mundo de Hector Mann, un estudio de sus películas que no tenía por objetivo otra cosa que comunicar el entusiasmo que Zimmer había sentido por la obra de este director.

La publicación de este libro conlleva, entre otras cosas, captar la atención de una mujer que, mediante varias cartas, le comunica que ella, Frieda Spelling, es la mujer de Hector Mann y que este está vivo y dispuesto a conocerle. Obviamente, esto descoloca a Zimmer, que prefiere no prestar atención a estas cartas y no tomarse aquello muy en serio. «Todos queremos creen en lo imposible, supongo, convencernos de que pueden ocurrir los milagros», dice. Entretanto, al profesor le ofrecen hacer una traducción de las Memorias de ultratumba de Chateaubriand, a lo que accede (anécdota: en una entrevista que le hicieron a Paul Auster en Fresh Air 2002, la periodista le pregunta si el escritor francés existe en realidad o es una invención del propio Auster. Tremendo). Tras mudarse a un lugar apartado descubre una noche que tiene una visitante inesperada. ¿Quién es esta mujer que quiere hablar con él sobre Hector Mann? No puede ser Frieda Spelling, pues si fuese la mujer del director debería tener ochenta años como poco. Su nombre es Alma Grund, le dice, y le informa de que a Hector Mann le queda muy poco tiempo de vida. ¿Qué hará entonces David Zimmer?

El libro de las ilusiones, me parece, es un libro bastante representativo de los intereses como escritor de Paul Auster: el azar, el dolor, el arte, la soledad, lo imprevisto, etc. Por un lado, es bastante desigual en su ritmo y estructura, y tiene algunos diálogos que están un poco cogidos con pinzas debido a que parecen asentarse en un dramatismo exagerado, como si les faltasen un mayor asentamiento. Por otro lado, es un ejercicio literario interesante, cargado de esa sencillez y reflexiones que le son tan propias a Paul Auster y que, creo, lo hacen bastante reconocible. Por último, y dejando ya esta novela que recomiendo al margen, no sé cuál será el siguiente libro suyo que reseñaré aquí (dejaré que el azar lo elija, desde luego), pero lo que sí es seguro es que contaré mi anécdota sobre cómo no conocí a Paul Auster en Oviedo.

Por último, ya sabéis que si queréis más lecturas y recomendaciones podéis seguirme en la siguiente dirección de Twitter: @PRADA_VAZQ